21 de junio de 2006

A fury day


Algo menos de las 11 cuando sonó el teléfono.
-Hola, soy Marcelino. ¿Estabas durmiendo?
-La verdad es que sí.
-Que ya te resuelvo eso. Pero necesitaría que firmaras.
-Vale. Envíame los papeles.
-Me sirve una fotocopia de tu DNI.
-Vale. Te la envío. Espera que llaman a la puerta. ¿Sí?
-Un paquete para SR. Es contrareembolso. Son 40€ con...
-Perdona Marcelino, un minuto. Entonces, es, lo del DNI...
-Nada, si lo puedes escanear, me lo envías y con una carta que diga...
-¡Hola! Sí es aquí. ¿Dónde firmo? Toma, adios. 42 pavos. Cuando cierro la puerta, se da cuenta. ¡Graciassssss! Oigo decir. Escaneo el documento, escribo la carta y lo envío. Más de dos megas. Gmail lo acepta. ¿Resto? No. Recol no lo acepta, telefonica, sin acento, tampoco. Mixmail. ¿Tas de broma, no?
Telefoneo a la seguridad social. Nada saben.
Curioso. Es más difícil darse de baja vivo que muerto. Lo estúpido del error consiste en que desde hace 15 años me mantienen de alta en esa institución por partida doble. Una empresa cotiza por mi. La otra, evidentemente, no. Apenas lo entienden. Pues los afectados ni te cuento. Lo dejo por imposible. Esto, más que un Estado es una casa putos.
Me ducho, ya es tarde, a la una tengo una entrevista de trabajo. Más o menos. Tomo un café solo en la calle, extraigo algo de plata del cajero, trinco un taxi y llego a la una al lugar de la cita. Bueno, los relojes automáticos retrasan, normalmente. Pero era la una. En serio.
Me ubican en una sala de trabajo, sin aire acondicionado. Miro lo que me rodea, un rotafolios, varios rotuladores de agua marca Bic, un cuadro que representa el Domo de cualquier iglesia. Calor. A la una y media salgo de la sala.
La persona de la recepción me mira, baja la vista y decide contestar al teléfono. Tres llamadas después, yo decido abrir la puerta de la calle y escapar de allí.
-Oiga, oiga.
Definitivamente, no es una cuestión de percepción. Sólo mala leche. Bajo las escaleras, llego a la calle y respiro hondo. ¿Era a la una la cita? Suena el móvil. Treinta segundos después quedamos para el próximo viernes a la misma hora. Percepciones.
Camino hasta mucho más allá, la llamo y acepta. Reserva mesa. A las tres y media comemos juntos. A las cinco y poco más salimos de allí. Café, risas y cine. La última de Herzog. Grizzlie man. Un tostón inconmesurable. Malo el director. La historia que cuenta, inconmensurable. Un actor fracasado decide proteger a los osos pardos, grizzlies gigantescos, hasta tal punto que se convierte en uno de ellos. Comete un error y uno de los osos se los come. A él y a su pareja. Seis personas en la sala del cine. Ningún oso.
Al terminar la película caminamos hasta la zona de los turistas. Unas cervezas en El Alabardero. Después, un taxi. Nos bajamos. Ta loco. Alzamos la mano y montamos en otro taxi. Efecto lotería. El primero, desvencijado, la música a tope, ventanillas cerradas, no aire, mismo precio. El segundo taxi, nuevo. Sí, hemos pagado las dos carreras, porque los locos también tienen derecho a sobrevivir. Al fin en casa. ¿Fútbol? Anda ya. Las emociones están ahí fuera.
Mañana iré a por más. That's life, thats all folks. Un día aburrido. Eso nos decimos unos a otros.