22 de abril de 2006

Ponme las pilas. Póntelas tú también.

Cuando el doctor Martin Seligman se enfrentó a la depresión dentro de su propia familia, decidió, como otros muchos jóvenes en distintas épocas, encontrar lo que a buen seguro estaba en la naturaleza de las cosas y de las personas pero no era aceptable para ellos: El origen de esa enfermedad, estudiándola desde el punto de vista de un psicólogo neoconductista.

Su rabia se despertó y, en cuanto pudo se trasladó a Princeton a investigar sobre la depresión.

De sus trabajos surgió, como una hermosa y frondosa planta verde pistacho una línea de pensamiento que alcanza hasta lo que hoy se llama psicología positiva y de la que tantos economistas parecen saber más y más cada día.

La primera vez que Seligman, reconocido ya por sus avances sobre la depresión, entró en el ágora que le prepararon en un college de Oxford, se encontró con una pregunta que le obligó a cambiar la teoría, al menos en parte y acogerse a otras investigadoras brillantes como Abranson, para que le ayudaran a avanzar.

Hoy día, junto con otros psicólogos de renombre influye en la manera de tratar la depresión desde un paradigma, el positivo, que hace furor y llena las carteras de los economistas que se dedican a la psicología.

Cuando Teasdale, un psiquiatra, le abordó en aquella conferencia y le preguntó a que atribuía que un tercio de los humanos jamás cayeran en el desánimo de la depresión, aquel día en Oxford, no supo qué responder.

En realidad él contaba en sus escritos que si el control de una situación caía en manos de otros personas, si no podías actuar para cambiar las cosas, algo similar en sus síntomas a lo que conocemos como depresión podía acontecerte. Y lo había demostrado en el laboratorio, fastidiando a algunos perros.

Bueno, de hecho, se lo encontraron como resultado de un experimento menos ambicioso. Andaban con calambrazos entre las patas de los perros, cuando se lo encontraron.

¿El qué? La explicación plausible a la depresión. Cuando un miembro del grupo de perros experimentales no podía evitar de forma voluntaria que le dieran un "chispazo", se abandonaba en un rincón. Para evitarlo [el calambrazo] tenía que saltar de una parte de la jaula a otra, por encima de un separador-valla. Si la secuencia de calambrazo-salto-no calambrazo era incontrolable para el animal, con el tiempo dejaba de saltar. ¿Prefería el calambrazo? Pues sí. Lo aleatorio del resultado de su conducta le sumía en una profunda melancolía. Pobre Husky. A lo mejor no eran siberianos, pero me gusta pensarlo. Un día le escribo y se lo pregunto.

Para algunos investigadores posteriores, la teoría de la indefensión explicaba síntomas que se parecían más a un shock postraumático que a una verdadera depresión. Los síntomas de ambos procesos son muy similares, pero los diagnósticos distintos. Bueno un economista los diagnostica igual, escribe un libro y se queda con la pasta mientras que el resto en estado de shock.

La depresión tiene mucho que ver con una interpretación de los acontecimientos más negra de lo habitual. Bueno, que para Cioran, el filósofo rumano que vivía en París, España y Rusia eran países bastantes depresivos en su carácter e historia. Igual tenemos los depresivos que nos merecemos, según Cioran, claro. El filósofo rumano rico que vivió y murió en París. No sé en que orden ubicar las palabras de la frase. Cualquiera les serviría.

El shock es fruto de un verdadero trauma, normalmente físico: perder una pierna en el frente de batalla de la carretera, por ejemplo. O matar a tu madre mientras conduces tú, como le ha ocurrido a un joven esta semana santa, que mató a otras cuatro personas. Un shock de verdad.

Con Abramson surge la teoría de la atribución para explicar la depresión. Depende de a qué o a quién se le atribuya la responsabilidad del suceso -es mi propia culpa o es de los otros-, del efecto. Depende también de si lo consideras permanente o no -como en el chiste de la borracha y el feo, que al recriminarle este último su conducta, la borracha le espetó:"Pero a mi se me pasa mañana"- y de una tercera variable, su globalidad; si piensas que sólo afecta a ese aspecto o si consideras que es una causa que afectará a todos los aspectos de la vida -"si es que no valgo para nada" frente a "joder que mal hago yo estas cosas a veces"-, el que puedas ser catalogado de pesimista y propenso a la depresión u optimista y alejado de ella.

Vamos que el anibal del silencio de los corderos lo tiene difícil para caer en la depresión. El va de otro palo coliflor-cerebro. También muestra otras caracteristicas la mujer que fue empujada al metro de Madrid por un psicótico en estado de gracia, y perdió una pierna. Ella forma parte de ese tercio del que hablaba Teasdale.

Bueno, para no desanimar a nadie, el doctor Seligman se considera pesimista.

Josh: Are you an optimist?

Martin: I’m a born pessimist.

El resto de la entrevista, aquí

Por eso escribe sobre psicología positiva. Para animarse.

Pero no es depresivo, claro. Las dimensiones son distintas. Alguien puede suspender un examen pese a haberlo preparado concienzudamente, emplear unos días en elaborar su cabreo o duelo y volverlo a intentar. O quedarse en un rincón adormecido por el efecto de algún estupefaciente que le aligere del dolor. O las dos cosas, si se trata del tercer fracaso en las pruebas para bombero forestal, el mir o la judicatura. O de la enésima calabaza que recibes por parte del vecino del quinto, la señora del tercero o la joven conductora del autobús que sabes que salió en la revista interviu. Who Knows?

Con la ayuda de Abramson reformularon entonces hacia una teoría de la atribución: El humor depresivo tiende a atribuirse el origen del infortunio. El humor no depresivo tiende a hacer otro tipo de atribución: Externaliza, piensa que todo pasará, mañana será otro día o "voy a comprarme algo bonito, que ando jodida y me lo merezco".

El depresivo consideraría que la desgracia es responsabilidad suya y que además se va a quedar ahí para siempre. La puta desgracia, esa prima de chinchilla que todo el mundo tiene y alguna vez le presentan:

-¿Reconoces a tu prima?
-¿Lo que? Déjame que estoy muy triste.
-¡La puta de chinchilla. que ha venido a verte!
-¡Bueno, bueno! Pues que pase. Pero que no se quede mucho rato.

A partir de aquí el modelo de la atribución para explicar la depresión parece cambiar de propiedad. Se le puede atribuir a Aaron Beck, otro de los grandes psicólogos que han estudiado el tema y que forma la columna básica de la psicoterapia actual de la depresión -bueno aún quedan muchos psicoanalistas vivos y ejerciendo, pero ese es otro paradigma, menos utilizado en nuestros días y bastante más inútil en la enfermedad que en la riqueza, en mi opinión-. Una buena aplicación de las teorías cognitivas al tratamiento se encuentra en el libro de autoayuda: "Para salir del Laberinto", de Ramiro J. Álvarez. No, no es economista. Este sabe lo que dice.

Hoy [hace varios días] comentaba alguien en el telediario:

"Bueno, pues habrá que recuperarse. Hemos tenido un par de días buenos, pero luego ha llovido. Como ocurre todos los años. Hay que seguir." A este individuo, le vaya bien en su negocio o no, la depresión tardará más tiempo en cazarle que a otros muchos. Seguramente.

Las líneas de investigación frente a una enfermedad como la depresión están dando pasos importantes desde hace años, gracias a la farmacología y a la neuropsicología.

Bueno, también existe la Neuroeconomía, como corriente de pensamiento respecto de la toma de decisiones. Pero de momento, estos fenicios van a permitir que sean otros los que avancen en el estudio y sobre todo en el tratamiento de la depresión.
Que afecta a miles de personas en nuestro país, que acaba con las arcas públicas y enriquece a los directores de marketing de los laboratorios y a los visitadores médicos.

Los fármacos han derribado las defensas cerebrales y trabajado mucho sobre la recaptación de la serotonina, un neurotransmisor que genera pensamientos y conductas depresivas cuando tiene un funcionamiento incorrecto. ¿O era al revés?

La neurología ha comenzado a trabajar sobre la estimulación del área 25 del cerebro, a fin de rebajar sus niveles de excitación. Ello provoca un incremento de la actividad en los prefrontales, principalmente, y en el resto de la corteza cerebral. Como resultado, personas incapacitadas para muchas actividades cotidianas y fáciles, recuperan progresivamente el humor necesario para vivir, afrontar sus limitaciones y reducir parte del pensamiento rumiante que se les impone como un mantra durante la enfermedad. Bueno en proporciones de 8 a 12 o 6 a 8, según los ensayos. No funciona bien con todas las personas... aún.

En una entrevista a Rostropovich, de quien hace una semblanza Jeremy Eichler en TNYT del domingo 16 de abril, menciona que se le humedecieron los ojos al recordar a sus amigos Shostakovich y Britten: "Such people are no longer in this world".
Y que el año anterior ese sentimiento de una sencillez casi infantil también brotó cuando durante un debate sobre Prokofiev y Shostakovich le llevó a decir entre balbuceos. "les echo de menos, añoro a mis amigos". Pero eso no es depresión ¿Verdad?

Albert Jovell, entrevistado en EPS el pasado domingo por Milagros Pérez, da una lección de ¿Optimismo? No. De perseverancia e inteligencia. Es un enfermo de cáncer, con un pronóstico pesimista, que trabaja en el Foro español de pacientes, desde Barna. Es médico y paciente. Y lucha por la dignidad del enfermo y el derecho a un trato digno. Al tiempo, discute con sus colegas sobre cómo tratarse, claro. Y quiere que el resto de pacientes, de cualquier enfermedad, sea tratado con dignidad por sus médicos. [Y que no sean tratados por los economistas, añado yo.]
La periodista menciona la sensatez con la que habla Albert

Hoy [el sábado pasado] también aparece en la Prensa un reportaje sobre el ingreso de integración, una cantidad inferior a los 400€ mensuales, que reciben algunos miles de personas en Madrid. Normalmente, porque no han cotizado lo suficiente a la seguridad social, de acuerdo con las leyes, porque han agotado la prestación por desempleo o porque El Empleador ya no les quiere ni se espera que cambie de opinión.

Una de las personas tiene 44 años, degeneración en las vértebras, está medicado contra el dolor y en vías de entrar en un tribunal para obtener la incapacidad permanente. Un médico le está ayudando con los papeles. Él dice que nadie le hace caso. Algunos días, debe decidir sobre comprar el medicamento contra el dolor o comer. Por la foto que acompaña al reportaje te das cuenta de su estado.

Otra de esas personas, de 54 años, tiene 9 hijos, varias ex-parejas -y también son ex-hijos, de momento-, vive en la calle, en pleno centro de la ciudad con unos colegas de correrías, pide en las iglesias y supermercados y prefiere tomar el sol a acudir a un curso que no le va a servir para encontrar trabajo "ni para nada". Normalmente toman café a la misma hora y en el mismo bar, cerca del Palacio Real, como turistas eternos. Ahora con el sol en la calle se encuentra verdaderamente cómodo. Sonríe en la foto que le han hecho en su banco de la plaza.

No sé quien de los dos es más optimista -qué mentiroso, thalas.
Pero sí se quien de ambos está más indefenso.
Más propenso al dolor y a la depresión. Que, en realidad, es lo mismo. Aunque se localizan en distintos espacios mentales.

En Galicia han tratado a cerca de 500 enfermos de Parkinson con el mismo procedimiento que se experimenta en los depresivos profundos. Implantar un par de electrodos. Y el temblor y otros síntomas desaparecen con frecuencia.

A veces un calambrazo puede ponerte las pilas en estado de orden. Parar la entropía durante un tiempo. Dicen los físicos que una batería cargada es una batería en orden. Una batería que deja de funcionar correctamente, que se descarga en un momento, lo hace porque sus elementos han entrado en situación de caos, resultado de la entropía, esa tendencia de los sistemas a desequilibrarse, a darse caña. Ya sea un agujero negro, el lago Titicaca o la batería de un ipod.

Por eso mi tía Paqui andaba todo el día diciendole a la gente:

"A ver cuando te pones las pilas y empiezas a [lo que fuera]". Por eso. Para evitar a los demonios.





3 Comments:

Blogger chousas said...

No tener el control de la situación, saber que el palo va a llegar hagas lo que hagas, verlo todo negro, que la culpa no sea del todo tuya (si al menos ves esto ya te estás recuperando)...
Hmmmmm todas las teorías tienen parte de razón, doy fe de ello :P

¿No te nos estarás deprimiendo, verdad? ¬¬

1:19 a. m.  
Blogger Thalasos said...

Sabes, Chousas: La depre se carga a más gente que otras enfermedades. Ya se que lo sabes.
El post es un pupurrí de cosas. Para mantener la disciplina de uno a la semana, al menos.
A ver si saco a Pablo de Valencia y me dejo de investigaciones.
Pero es que al ver que "todos" los blogueros-as publican su libro, me da no se qué tirar de Pablo. Yo necesito que dure más. Y quiero que se quede aquí a vivir. Y como la depre y la autoayuda dan juego, pues.
No ando depre, no. "La prima de chinchilla" no me ha visitado hace tiempo. Y tú, si llama al "telefonillo" no le abras la puerta.¿Eh?
Un besote. Gracias.

11:04 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Y yo sigo pensando que esta primavera está muy revuelta y nos está "tocando" un poquito a todos. En fin... que muy bueno tu estudio, tu pupurrí y todo eso. Pero vamos a pasar la primavera, el verano y el resto de estaciones intentando cerrarle la puerta a esa prima que dices, aunque insista ¿os parece?. Besos

11:20 p. m.  

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