Aromas de seconlife
Hacía poco, muy poco. Había poco, nada. Ruido. Hacían poco, muy poco. O había poco. Quizás esperaba más. Por la época. Invierno. Reyes. Poco. Muy poco. Una ambulancia y otra que llega al unísono. Sobran bastiones en vacaciones.
- ¡Eh! ¡Eh!
Sí, le había visto. Y qué. Veo a miles cambiando de acera, cercando la muralla, molestando. Son reales y dan canguelo.
- Hola. ¿En qué puedo ayudarte?
Aprendo de todo y de todos, como un cachorro, pero más, uno de asfalto. Espabilao.
- ¿Tienes para un café? ¿Un bocadillo? ¿Puedo hacerte una pregunta?
- ¡Tú dirás!
- ¿Qué es esto? ¡No, no! ¡Esto!
Grande, sucio, áspero, atractivo, inteligente y cargado de humildad para el momento. A lo sumo, 35. Pero, who knows. La barba dice tan poco y tanto al tiempo, que es una señal ambivalente.
- El periódico.
- ¡No, hombre! Eso, ya lo sé. ¡Quieto, Puskas! Digo, de esto, lo que dice de seconlife. Que, qué es.
Miro primero a Puskas, un mofletes de 22 kgs, en los tiempos del Panter, 12 en los de domaño, perro bravo o valentón, callejero, hubiera sido su escudero, salvo a la hora de montar. También ahí, claro. Bobada. Da miedo el gachó. Uno igual acabó con la vida de otro más mayor. Hace unos años. Pocos. Cosas de transeúntes. De perros transeúntes, no, de humanos transeúntes.
Víspera de Reyes Magos.
-¿Y tú sabes cómo llegar hasta allí?
- Creo que puedo llegar. Pero hace falta un carnet, tarjeta de crédito, unos datos, en fin, que para llegar hay que tener un punto de partida.
-Ya, ya. ¡Quieto Panter! ¿Me pagas un café?
Me asusté del cambio de nombre. Porque al Panther si le conocí, pero al Puskas no. También, porqué no confesar, que un café hoy, no se toma con cualquiera, ni secondlife, ni alforjas pretas.
Como si leyera mi pensamiento, leyéndolo, saltó el fulano:
-Es un poco más caro, pero no está malo y nos lo dan en plástico. Aquí en el estardurs café. Son amigos míos. En los del barrio no me dejan entrar. Ya me conocen. Pero aquí, como cambian tanto de personal, no hay problema. Soy su obra buena del día. Poca carga.
Camino detrás de Porky, o de puskas y del flautista, porque asoma una, del bolsillo de su abrigo robado-donado, con la impresión de llegar tarde a algún sitio.
Entramos en un gimgle dingle cafe, donde los parroquianos nos miran con error. Porque se les ambliopían los ojos. Decido salir. Puskas, digo, el dueño de panter viene y me conmueve.
-Dame 5.
-Vale.
Minutos después sale con dos aspirinas, una botella de licor 43 y dos cafés en corcho protege no se qué. Me lo da todo.
-Las aspirinas me han costado a 25 céntimos. vaya rollo. Pero son individuales. ¿Me das otros 5?
Son 7,70 con el iva ese. Mira, con funda inescrutable. Mola.
Panther, puskas o como se llame, se tumba nada más salir del starbuck. Me acuerdo de cuando las aspirinas, en los bares, eran gratis, un favor de uno para uno.
- Dime, ¿Cómo se llega hasta alli? Al , ¿cómo es? Si. Segunda vida.
Nos encaminamos, sorbiendo el café vietnamita vendido a precio de java y comprado a precio etíope hasta el ciber americano teléfono. Le doy 10 y me vuelvo hacia la tienda de roscones de reyes. Se ha hecho tarde.
Un millón cuatro cientos mil aporrean la puerta del establecimiento. Si fueran patatas, lay, si fuera cierto el mito, un trailer con roscones bordearía la acera, aparcaría en zona correspondiente, pagaria en monedas de curso legal el parquímetro y depositaría los roscones de la suerte, las tazas de vater con fruta escarchada, en cantidad morrocotuda.
Me cruzo de acera. Acelero. Diez minutos más allá suena el móvil.
- ¿Qué es un password?
- ¡Hola! No me has dicho como te llamas.
- Barbas. Es que me piden un password y una tarjeta de crédito para vivir aquí. Y yo quiero vivir aquí. ¿Has comprado ya el roscón? Me dice un colombiano vecino de mesa que en double life no venden roscones. Igual es una oportunidad de negocio.
Cuelgo. Justo frente a mi, una panadería, no people, no double life. Un roscón de cera en la zona 3 de visibilidad, según las reglas del marketing y escaparatismo.
-¿Lo quiere con nata?
- ¿Lo sirve con Second Life? Es para mi amigo.
Ese tío, ahora que lo pienso, da el pego como rey Gaspar.
3 Comments:
¿Gaspar pidiendo? Oo'
A eso se ha llegado por culpa de Papa Noel...
Y mira, un primo que curra en el aeropuerto me dijo que no pudo venir Baltasar porque no tenía visado en regla, y que los camellos no llevaban el certificado veterinario...
Para el año que viene tendrán que ser Mariano, Galiano y Bernardo, y venir en ovejas merinas... O no va a haber Reyes...
Un gran hermano virtual. Lo que nos faltaba para acabar de volvernos tarumba.
Aunque lo mismo allí no mueres de hipotecasis.
Con lo buena que es la costumbre de saludar y dar las gracias y lo poco que la practico en estos tiempos.
Claro que dejar un comentario en blogger es una pesadilla. La teoría de sistemas y las organizaciones complejas tienen la responsabilidad. Si el negocio crece y se hace difícil, los controles deben crecer casi en al misma proporción. Bueno, ya estoy haciendo otro post.
Muchas gracias, Medea.
Muchas gracias Chousas.
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