15 de abril de 2007

El cuento del marshmallow en la torre Sacyr

Joachim de Posada ha escrito un libro, la fábula de Marshmallow, al que le eché un vistazo-lectura rápida en el corte inglés o el tajo vallecano, según se mire a oriente o a poniente.

Basa el cuento -todo es un story-telling hoy día- en una antigua investigación de Stanford, en la que un científico loco les propuso a los hijos de sus colegas -críos con edad de comprender las instrucciones de un adulto- que esperaran hasta que el regresara a la habitación del experimento antes de comerse el algodón de azúcar -lo que en inglés se llama un marshmallow y aqui una nube, que antiguamente se hacía con malvavisco- que les había regalado a cada uno; si eran capaces de esperar sin comérselo, les regalaría otro.

Al regresar a la habitación, algunos se lo habían zampado, mientras que otros, con cara de circunstancias, comenzaron a sonreir, mientras recibían el segundo marshmallow. Unos años después, según los investigadores, los niños que habían esperado su retorno y recibido el segundo marshmallow habían obtenido más éxito social que quienes se lo habían comido nada más recibirlo.

Es como el cuento de la cigarra y la hormiga de Samaniego pero en versión Stanford. Ya sabéis, un año de curso 45.000 €, cama incluída. O 7.500 € por un seminario donde te explican las consecuencias del estudio para la fijación de los objetivos y el optimismo. O algo similar. Stanford sí que supone comerse una buena bolsa de malvaviscos dulces.

Con ser hermoso el estudio, le he dado vueltas y no me acaban de convencer los resultados. Porque si los chicos extranjeros, que son la mano de obra constructora de la torre Sacyr han esperado unas decenas de años hasta poder llegar a la rica Europa, no se han comido el marshmallow inicial, mientras que los muchachos que trabajan en una de las torres para empleados ricos de Telefónica (foto inferior) o del Santander (sin foto), con toda suerte de servicios y prebendas (hasta la próxima reconversión, claro, porque mantenerles cuesta una pasta diaria) se han hartado de nubes de malvavisco y polos de limón, desde que eran pequeños, ¿cómo es que unos se acercan a los datos del Ine, a saber, menos de 800 pavos al mes de salario medio en Madrid, para un joven sin cualificación relevante, mientras los otros no bajan de los 50.000 de coste anual, entre salario y prebendas?

Aunque según dónde te informes, los salarios bailan más que los miembros de la familia de pulgas del perro del vecino.


¡Que venga aquí el que ha computado los Marshmallows! ¡Tú! Devuelve la nube, digo, bájate de ella...

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2 Comments:

Blogger chousas said...

Eso suponiendo que todos los críos partan de la condición inicial, o que estén condicionados de la misma manera... Aquél que piense que le van a tangar y además de no tener otra nube le van a quitar la que tiene en las manos si se espera es muy fácil que no venga del mismo ambiente que el resto. Dígase de barrios donde el que no corre vuela...
Igual que los que construyen las torres no vienen del mismo punto inicial que los que después las ocupan.

Y con este análisis... Si echo mi Currículum en Stanford... ¿Me cogerán de profe? Ná, mejor me olvido, que no he comido marshmallows más que unas pocas veces en mi vida.

2:21 a. m.  
Blogger Thalasos said...

Tú, Chousas, puedes fundar un Stanford en Galicia, a poco que te lo propongas.
Gracias por mejorar la entrada.
Saludos

5:25 p. m.  

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