Pablo: Aventura y pan de higo
Al bajarme del convoy en Conde de Casal, llamó mi atención uno de los vagones: se escuchan risas y jolgorio, aunque no puedo ver de qué se trata. Esperé a que se cerraran las puertas y arrancase, secándome el sudor, entretanto, con un 20 minutos que alguien había abandonado en el asiento contiguo al mío. Al pasar frente a mí, alejándose de la estación, vi al vigilante y al nigeriano del suceso narrado con anterioridad, bailando en el centro del mismo y al resto de pasajeros, en pie, haciendo coros y batiendo palmas.
Salí de la estación y me encaminé a la de autobuses.
Al entrar, el olor a suciedad y amoniaco, al cincuenta por ciento, absorbió mi sentido del olfato. Me dirigí hacia las taquillas.
-¡Buenos días! Un billete a Chozas, a Chozas de Canales.
-Primera o segunda.
-¿Perdón?
-Que tenemos clase turista o business. ¿Qué prefiere?
-La verdad es que el viaje es de negocios, pero, ¿Cuánto cuesta cada uno?
-La business son 125 euros, sólo ida y 235 i /v. Incluye brunch, claro, servido por la azafata.
-Ya. Y la turista.
-La turista no incluye azafata ni brunch. Y tampoco sirve, ¡jejeje!, la turista digo.
Gracioso el bolo, pensé en un momento de condescendencia para con mi testosterona.
-Perdone, que cuánto es i /v en turista.
-¡ Ah! Son 18 euros.
-Pues déme uno en turista, por favor.
-¿Tiene tarjeta "la Seal plus"?
-No.
-Lástima. Porque va acumulando usted puntos y consigue importantes premios, gentileza de la Seal, empresa concesionaria del servicio.
-Y la clase esa business, ¿es reciente?.
Bueno, desde lo de las recalificaciones. Los constructores y promotores prefieren aprovechar el viaje para hacer negocios mientras tanto y de paso evitar a la guardia civil y a los radares. Se le ocurrió al hijo del fundador de la empresa de autobuses, después de hacer un viaje a Cuba en clase turista y volver en business con la que hasta ayer fue su esposa.
-¿Ha ocurrido algo?
-Nada que no se viera venir. Los cubanos que escapan de Fidel, ya se sabe.
-¡Ah! Pues muchas gracias.
-No hay de qué. Y tenga, un folleto para solicitar la tarjeta. Si tiene un poquito de dinero, le aconsejo que solicite la tarjeta platino. ¡Sortea viajes gratis todos los meses y dispone de seguro multirriesgo! Por 6 euros de nada al mes.
No le contesté. Mi pensamiento estaba en otro sitio. Había perdido el sombrero y los hilos de agua de sudor me bajaban por el rostro barbilampiño, hasta refugiarse en mi cuello.
Al llegar a la dársena, vi que la puerta del servicio tenía más movimiento que el hotel palace de madrid antes de la comparecencia del inquilino del palacio de la moncloa.
Cuando iba a entrar, dos hombres me taparon la mortecina luz que conseguía escapar de los fluorescentes enjaulados: un magrebí y un gitano español, vestido con un pantalón de luces y una cazadora vaquera sin mangas, a modo de T-shirt, con una navaja en la mano y un tricornio a franjas rojigualdas, como una senyera, del que colgaba una borla negra.
-¡Me cago en la hostia, si tu cree yo terrorista, yo me inmolo aquí!
-No, hombre
-Sí, me inmolo. Pero tú verás antes.
-Se baja el pantalón. ¿Llevará el detonador entre las piernas?
No soy religioso, pero algo parecido a una oración surge de mis labios.
Se baja el pantalón
-¡Como no vengas me inmolo! ¿Molo o no molo?
La oración se queda en una plegaria de rebajas.
-¡Dios mío!
A su lado, el conde italiano parece haber mantenido lo suyo en hielo durante una sesión de anuncios completa, como esas a las que suele someterse mi abuela, entre el telediario de la noche y el estreno de algún emblemático programa de zafiedades, perdón, variedades.
-¡No te vayas amigo! Grita el tunecino, con esa cosa tamaño butifarra colectiva entre las piernas, mientras el gitano español, arrojando la sirla en el cesto metálico de las basuras, se aleja de la zona de impacto inmediato.
Yo, mientras, ando escondiéndome tras de una máquina de refrescos.
Un desdentado sonríe desde el panel plástico delante del neón de la máquina, justo al lado de una lata de refresco con gotas en relieve, promesa de frescor, serigrafiadas sobre el panel.
Me repongo del sobresalto de contemplar esa enorme boca-gruta a la altura de mis ojos.
Conozco al viejo de la fotografía, o serigrafía, de la máquina de refrescos.
¡Ah sí, claro!
Ha sido condenado por los masones a construir una catedral, a cambio de los 15 minutos de gloria prometidos por Warhol.
Y lleva así 40 años.
Qué estupidez, pienso, en un ataque de lo mismo. Competir con Notre Dame.
Mejor destruirla antes. Pero, ¿Cuál de las dos?
Hostia, ya pienso como un terrorista.
Por cierto, que el anuncio es, ya, ya lo recuerdo, de Pepsyes. Sí, es bueno después de todo... lo que se han gastado en él.
El coste de dos catedrales.
Pobre Justo.
Y mi sombrero, pienso. ¡Ah! Se quedó en el andén. Como nos ocurre a la mayoría, recuperar la memoria me compensa de la pérdida. Que haiku acabo de crear. De 8 palabras. ¡Lástima! Impar hubiera sido expléndido. Bueno, algo sobreactuado.
Un policía, de los dos que han detenido al tunecino, lo pisa sin humanidad alguna entre las piernas. El resto de la humanidad presente en la estación les increpa.
Se llevan al tunecino.
Intento olvidar.
Abro un nuevo 20 minutos que he recogido de la papelera. Es del viernes. No importa. Nada caduca. Todo es igual. Me parezco a la abuela, con estos pensamientos.
Mientras espero que el autobús se acerqué a la dársena, le echo un vistazo a las noticias del diario gratuito.
Le pisan el sombrero y apuñala a una paloma.
Bueno, esta noticia es singular, claro.
"Un hombre, sentimental y de 67 años, agredió salvajemente a una paloma. El hecho sucedió mientras el hombre caminaba con su dogo italiano por el paseo de la florida, en la capital de…, bueno en la capital, que es donde suceden estas cosas. La paloma topó con su sombrero que, irremisiblemente, cayó al suelo, donde fue pisado por un camarero de terraza, que en ese momento cargaba una bandeja de cervezas y entresijos.
Según los testigos, un bombero de Lebrija, Facundo S. L., quien le practicó los primeros auxilios, y una pareja de mormones atenienses, de vacaciones en Madrid, la paloma –cuyos datos no se han facilitado-, victima de un ataque de ansiedad provocado por el accidentado aterrizaje, se ciscó sobre el sombrero del presunto agresor.
El hombre, expoleado por el bochorno y el calor a un tiempo, enarbolo un cortaúñas regalo de su nieto, apenas utilizado con anterioridad y despeluchó a la paloma, que se encuentra ingresada en El Refugio.
En sus primeras declaraciones al traductor, la paloma ha afirmado que desea trasladarse a Valencia, donde reside su familia, mientras se recupera del aspecto Ronaldo que muestra después de la salvaje agresión sufrida. El dogo italiano se ha acogido a la inmunidad diplomática para no declarar contra su dueño".
Cómo añoro una porción de pan de higo en estos momentos.
A este lado de la puerta no llega la alegría.
Que yo me voy pa’ Cai, que yo em voi pa’ Cai.
Personal Humor Thalasos Pablo
Etiquetas: Pablo
2 Comments:
Joder macho... me parto aún... Con esta y con el resto que has escrito XD
Creo que te has gando un habitual ;)
Gracias por la paciencia de leer esta página y por las risas, chousas. A ver si consigo el trabajo éste de Chozas y lo celebramos. ;-))
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