14 de julio de 2005

Pablo: La mañana. Madrugar. Ilusión.



¡Riiiingggggg!

El golpe sobre el freno del timbre mecánico del despertador lo envió más allá de la caja donde había guardado los libros del colegio.

Abrí un ojo. Lo primero que observé, entre la nebulosa previa al enfoque nítido de las pupilas fueron los Episodios Nacionales de la vecina, sobre los estantes de la pared del fondo.

Me levanté. Estaba sudando. El pijama de felpa daba calor. Mucho calor. Me acerqué a recoger el despertador, sin cristal y sin pulso. Estaba detenido a las…

¡Las 11 y cuarto!

La primera entrevista era a las 11, así que no iba a llegar.

Me volví a acostar. Quedaba tiempo para la segunda. Pero desconocía la dirección exacta y además tendría que coger dos autobuses y el metro. ¡Ah! Y la camioneta hasta Chozas de Canales. “Das Modern ETT”. Suena bien. Aunque un poco alemán para tener la sede central en España, en Chozas.

Me volví a levantar.

Los calcetines se habían secado. El bidet estaba lleno de un barrillo blanco y endurecido. Me metí en la ducha.

¡Uahhhhhhhhh!. Cerré el grifo, escaldado. El agua salía hirviendo.

-¡Si quieres ducharte con agua fría, abre el otro, hijo, el del agua caliente!

-¡Gracias mamá! Balbucí, llorando de dolor. La herida del hombro, debido al agua caliente, me dolía más.

Sonó la puerta de la calle. Debía ser mi madre. Como trabaja de cocinera en un bar del barrio, no tiene que madrugar. Bueno, aunque a las 7 ya está cantando copla. La oigo por la ventana.

-¡Qué bien canta tu madre! Dicen algunas vecinas, con retintín.

Salí del cuarto de baño, con los calcetines en la mano, una toalla de tocador alrededor del abdomen y una de bidet con la que me sacaba el pelo. Como llevaba los ojos cerrados tropecé con alguien. Y se me cayó la toalla que me rodeaba el cuerpo.

-¡Perdona, abuela!

Allí estaba, sobre el suelo. Con las medias a la altura de los tobillos, la redecilla nocturna cubriéndole la permanente y restos de crema reparadora nocturna en las cejas.

Peor que Divine.

Y yo en pelotas, sujetando la toalla del bidet.

-¡Perdona, abuela, es que yo…!

-Aléjate hijo, que si nos viera alguien… Esto parece una violación en toda regla.

Tápate anda, que ya me levanto yo sola.
Me puse colorado bermellón. Huí hacia el cuarto. ¿Una violación? La abuela está invirtiendo demasiado tiempo en los programas modernos.

Al abrir el armario me llevé una alegría.

¡Había dos camisas blancas colgadas en las perchas! Como son las madres. Seguro que las había planchado mientras yo dormía y mi abuela se gripaba con el top manta de los aspirantes a famoso en alguna cadena.

Me enfundé en los pantalones del uniforme del colegio. Los de mi cuñado estaban completamente arrugados y sometidos a cuarentena entre la caja de los libros y la montaña de comics que reposaba en el suelo.

Los pantalones me estaban algo pequeños. La cremallera subía hasta la mitad del recorrido. Si tiraba de ella la rompería. ¡Idea! Cogí el Pulligan azul del uniforme del colegio y me lo até alrededor de la cintura, bueno por debajo, a la altura de ahí, de la bragueta.

Busqué en uno de los dos cajones inferiores del armario y encontré el sombrero. Uno que me habían regalado hacía varios años. Cuando terminé el bachiller.

Un sombrero de ala corta, copa algo más alta de lo normal, en color aguacate. Aunque era de fieltro y el tiempo era muy caluroso, pensé que para la excursión que me esperaba me vendría bien. Y como no tengo gafas de sol…

Me perfumé con Denenes y bajé a desayunar. La abuela seguía peleando con su cuerpo para conseguir que le hiciera caso. Al pasar por su lado puse mi brazo debajo del suyo y entre esa ayuda y la del bastón que ella sostenía ente sus dedos hicimos palanca, la suficiente como para que recuperase su dignidad.

-¡Gracias, hijo! Pensé que me iba a quedar aquí hasta que volviera tu madre del trabajo.

En la cocina encendí el fuego, puse leche en un cazo y cuando se derramó y llenó la casa del característico olor a leche quemada, le añadí 6 cucharadas de Eko, 8 de azúcar y sopé media barra de pan dentro del mejunje. Todo en el mismo cazo.
Hoy voy a necesitar toda la energía posible, me dije.
Necesito ese trabajo, sea de lo que sea, de lo que sea.



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