6 de julio de 2005

Salario de pesadilla



Y le van a pagar 25 millones de dólares, a sus 60 años, por dirigir uno de los mayores bancos de inversión del mundo: Morgan Stanley se llama el banco, John J. Mack él.

Abonando salarios de 72.000 dólares, añadiendo costes sociales de un 40% y un 30% más en concepto de servicios utilizados –el espacio, el teléfono, las facturas generadas, el consumo de fungibles y una secretaria por cada tres ejecutivos fichados-, se podrían contratar 198 personas, con un master en finanzas cursado en una de las mejores escuelas de negocios, un cociente intelectual medio de 125 y unas ganas de trabajar enormes.
Y si les queremos mimar y estamos dispuestos a llegar a los 125.000 dólares de salario, podremos contratar a 117 con experiencia en finanzas y encima nos sobran 88.000 dólares para organizar una jornada de acogida en la organización, de ensueño.
¿Qué probabilidades tendrían esas personas de encumbrar a la organización?
Muy altas.
No olvidemos que en Informática ya se trabaja con capacidad de cálculo distribuida.
Así, por ejemplo, la búsqueda de indicios extraterrestres se ha alimentado de la capacidad de cálculo no empleada por los ordenadores caseros.
Y muchas organizaciones aprovechan estos modelos de distribución de tareas para realizar operaciones complejas.
¿Verdaderamente una persona puede calmar las aguas de una gran organización por esa cantidad.?
Un Director-dios, como es el caso que nos ocupa, se reúne con una 20 personas como máximo a lo largo de una jornada. De ese colectivo, confiará en dos o tres –como la mayoría de los humanos, en el trabajo apenas se hacen amistades profundas.
Por otra parte, las jornadas maratonianas a las que le someterán unido a su edad le producirán un agotamiento generalizado que sólo podrá ser compensado con el médico de cabecera.
Al mismo tiempo, estará sometido a todos los prejuicios de pensamiento que a los demás nos afectan.
¿Serán mejores sus decisiones que las que podrían adoptar ese grupo de casi 200 cerebros?
Seguramente no.
Pero a él nadie le discutirá las decisiones que adopte.
Cuando determine una línea de actuación, a partir de los datos masticados por algunos de los equivalentes a esos posibles fichajes, cuando presente las líneas de acción que más le hayan convencido de las expuestas por el equipo de sabios y analistas, cuando realice preguntas, un ejército de asesores internos y de brillantes matemáticos y físicos dedicados a las finanzas, adoptarán el rol de pensamiento distribuido.
Con esa información en su poder tomará la mejor decisión, no nos quepa duda.
Y lo mejor de todo: nadie la discutirá. Porque será la mejor de las posibles.
Y si no es así, es que se habrá vuelto más tonto que la mayoría de nosotros.
Todos en la empresa necesitamos que alguien diga lo que vamos a hacer a partir de lo que el grupo de cabezas pensantes sabe que hay que hacer.
Y si decide pensar por su cuenta, le echarán.
Con cajas destempladas y un paracaídas de oro, que le resolverá la vida aunque no los quebraderos de cabeza futuros.
De ahí los 25 millones que le van a pagar.
Es fácil comprenderelo.
Aunque no nos guste.