Pablo: A room with a view
La cama está situada en la cúpula de la casa, un observatorio oscuro, que de repente se abre a la habitación estelar que ocupan las estrellas en el páramo, vistas a través del cristal de la ventana abuhardillada.
El olor a noche se encumbra en el reducto. Una puerta pequeña y maciza, barnizada en negro chocolate y con pomo de falleba da acceso a otra estancia más pequeña y fría, húmeda.
Tanteando la pared encuentro un interruptor de pera, de esos colgantes, cadena de cisterna de agua reconvertida.
Al presionar se hace la luz, una bombilla de 40 watios que ilumina sobre el retrete de pie, una letrina algo corroída por las necesidades aliviadas durante décadas, un lavabo monogrifo y un pie de ducha con desnivel, de esos característicos de los hoteles de origen luterano, tan frugales como el desayuno compuesto de café y achicoria a partes iguales, sopado con pan sentado del día anterior.
Junto a la cama una mesa camilla, una lamparilla de cristales typhany descoloridos, con cadenilla de bronce acerado y un tubo de… lacasitos.
Me giro y en la puerta, sonriendo, la abuela.
-Ya lo he arreglado todo con el arqueólogo, bueno con Seras, que me ha dicho que estás muy bien situado en las semifinales para el puesto de trabajo y que la habitación sólo la tendremos que abonar si no consigues el empleo.
-¿Tú le has creído? Digo que si piensas que es sincero, abuela.
-¡No seas preocupadizo, mi niño! Acuéstate, anda, descansa y confía en el señor. El proveerá, hijo mío. Dame un beso. ¡Muacs!
Me acompañó hasta la cama, encerró en el sobre, me llenó de baba la mejilla y remetió la frazada hasta que la sensación de seguridad me embargó con el cosquilleo que produce la felicidad inmediata, la calma.
-¡Hasta mañana!
-¡Adiós, abuela. Buenas noches!
-¿Te dejo la lamparilla encendida? No –se contestó a sí misma. Mejor entorno la puerta.
-¡Abuela! Grito, recordando algo importante.
-¿Qué pasa?
-Tú, ¿dónde vas a dormir?
-Tranquilo hijo. Yo no tengo sueño. Voy a charlar un ratito con Seras. No te preocupes. Y descansa.
Intranquilidad. El cosquilleo me abandona, dejando en mí el sinsabor de la incomodidad. Tengo necesidad de levantarme. Dejarle la cama, acostarla, que descanse ella y hablar con Seras, bueno, con Serafín, porque no tengo tanta confianza con él como mi abuela.
Igual en esto consiste la inteligencia emocional de la que hablan.
En dejar que la abuela vaya haciendo amistad con las personas que no soportas.
El pensamiento deja lugar a la sensación de calandria que precede al sueño. Tan parecida a la que nos domina en los minutos previos al levantarnos, cuando el despertador nos hace un favor premeditado, nos regala los 7 minutos de retozo, vaguería, molicie, molicie…
Me giro y suelto el brazo, rodeo su pecho, sonrío, sé que lo estoy haciendo, me arrimo más, que calorcito me embarga, se ha retirado el frescor de las sábanas nuevas y abandonadas por días en los cuartos de pueblo, sí sonrío, apoyo el pecho sobre su pecho, algo me araña, me despierto, abruptamente.
-¿Eh? Me sobresalto. Tengo una red sobre el pecho, pica como la soga, de hecho parece hecha de cuerda.
-¿Qué haces aquí?
-Tranquilo, sólo quiero hablar. Quien me habla es el reciario, Drogba. Está dentro de la cama, a mi lado. Me doy cuenta que he echado la pierna izquierda sobre él, la retiro inmediatamente, con un calambre.
-Estabas tan dormido, que no quise despertarte. Preferí esperar. Pero tranquilo.
-Si sólo querías hablar, ¿Porqué tengo la pierna sobre ti y tu red sobre mi pecho?
-Debías pensar que era otra persona. Y yo, aunque no lo parezca, soy muy cariñoso, muy, ¿Cómo decís aquí, en Castilla? Ah, sí osito, teddybär, eso.
-Ya pero a ti te gustan los hombres, y a mi no.
-De eso quería hablarte. Que Ramón y yo nos hemos quedado a dormir, pero que esta noche nos fugamos.
-¿Ramón? ¿Qué os fugáis? ¿Quién es Ramón?
-El chico rubio, bueno, de pelo rojo. Al que le has hecho tanto daño durante las pruebas. Él sabe que no puede competir contigo. Piensa que estás conectado, que tienes el trabajo ya apalabrado.
-Así que vamos a recoger algunas cosas que hemos visto de valor por la casa, venderlas en Chozas mañana por la mañana y huir hasta México. Allí combatiremos en el wrestling. Ya hemos elegido un nombre, petite teddy rouge twins, los ositos pelirrojos gemelos. ¿Qué te parece?
-Drogba, ¡Que tengo que dormir! Y yo no tengo dinero.
Se abrió la puerta. Entreluces supe que era ella. No tuve tiempo de nada. Oí un ¡Oh! Profundo, vislumbré su mano sobre la boca, su palma conteniendo el grito de sorpresa, cerrar de golpe y alejarse.
Me encendí.
-¡La has jodido, Drogba!
-No se lo digas a nadie. ¡Eh! Tú, si mañana te preguntan, no sabes nada, ¿De acuerdo? No me has visto. ¡Te lo advierto!
-De acuerdo, pero es que me has…y quien estaba en la puerta era ella y…
-¡Que no me has visto!
Se puso de pie con gran agilidad; con el puño cerrado, la red sobre el hombro y la puerta cerrada, sólo podía contemplar esa amenazante sombra gritando a dos pasos de la cama.
Salió de la estancia, dejando la puerta entreabierta.
Arreglé las ropas de la cama, que se habían deslizado hasta el suelo, las rehice con poco éxito y me escondí elevando el embozo sobre mi cabeza, hasta cubrirme completamente. Los pies se me quedaron al aire. Pero no pensaba mover ni un músculo.
Volví a dormirme.
Un sueño agitado que se convirtió en algo placentero, embriagador, gestáltico. Entreabrí los ojos, noté las caricias me dejé hacer, no había una red arañándome, las manos eran suaves el perfume femenino me tranquilizó, me dejé ir, entonces me besó.
-¡No, no y no! Hecho una furia me levanté y la expulsé del cuarto.
-¡Desagradecido!
El olor a ajo. Es insoportable incluso en estas circunstancias. ¡Cómo he puesto la cama!
Personal Humor Thalasos Pablo
Etiquetas: Pablo
1 Comments:
XD ¡Un reciario cariñoso! XD
Esto ya es lo que faltaba por oir...
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