29 de agosto de 2006

Olor a Magdalenas y a cafe

Lo recordaba. En alguna libreta encontraría la anotación. Algún blog de actualidad y no sólo la Prensa escrita, se habían hecho eco, allá por el mes de abril de la noticia difundida por TNYT.

Si durante el segundo lustro de los 90 había sido el tipo Java quien mantenía despiertos a los ingenieros y geeks durante las largas jornadas previas al alumbramiento de una nueva tecnología, en la segunda parte de la primera década de este siglo sería sustituido por el tipo Kopi Luwak.

Al fin y al cabo, muchos de los antiguos geeks pueden permitirse los 40~ $ que llegan a cobrar por una taza de café en algunos locales norteamericanos. Aunque un precio "normal" es de 5~$ por taza, donde se comercializa el mejunje de la calidad robusta, peor -dicen los expertos- que la arábiga. Este verano he tenido oportunidad de apreciarlo en vivo y en directo.

Cuando lo vi, dentro de su cestita made in China, en compañía de otros granos gemelos, compitiendo con tipos arábigas y colombias, en el KaDeWe berlinés -un corte inglés-, me desilusionó. De acuerdo, leer la tarjeta de información, blanca inmaculada, con su denominación y su precio sí que me sorprendió, claro. Y verlo en la cestilla, sin protección ni periodistas alrededor, pues también.

Hasta el extremo de renunciar a mis buenas maneras, poco tiempo ha conquistadas y rechazar el miedo atenazante que iba creciendo en mi cabeza. De acuerdo con mis recuerdos, parece ser que de pequeño me cazaron con una muñequita para el Belén, de irrisorio valor económico, que los mayores de la casa me obligaron a devolver al comercio. Terror en el supermercado. Ya. Pero esta vez no sucedería lo mismo. Además, que lo de la muñeca para el Belén es una historia que, aún pudiendo ser cierta, deja de tener sentido en mi cerebro cuando he vuelto a oirla, pero en labios de Penélope Cruz, en la radio, hace de ello apenas dos meses. Que si robó la muñeca, que si su abuela o su madre se enteraron, que si...
Sí, claro que yo podría dibujar la muñeca -sí era una muñequita para el árbol, la recuerdo perfectamente. Y además presentar testigos. De mi incalificable acto. Y prometer, además, que la devolví.-
Pero no, ese recuerdo, ya sea ficticio-real-urbano, de los hurtos menores durante mi delicuente infancia no me arredró. Diez granos del preciado manjar pasaron a mi bolsillo, de este al monedero topo, de él a un kleenex, de aquel a un neceser, desde aquí a una hoja de papel durante la sesión fotográfica; finalmente, acabaron en la papelera. Como si de meros granos de origen vietnamita se tratara.

No, jamás despreciaría un producto catalogado como una auténtica delicatessen, superior al Blue Mountain jamaicano, con aromas a tierra, musgo y chocolate... tras haber recorrido el tracto intestinal de una civeta común de las palmeras, allá por Indonesia, ser defecado en la selva y recolectado de entre sus heces por el equivalente indonesio de los mariscadores gallegos.

Me desprendí de él, de ellos, porque sobraba cafetera y faltaban granos. Sí, podría haber preparado una taza en alguna cafetera de casa de muñecas, aprovechando el lanzamiento de colecciones de otoño en los kioskos de Prensa, pero sin disponer de un molinillo, hubiera empleado un martillo sobre las losetas de la cocina o las del cuarto del baño para triturar a los infelices aunque reales granos. No, pienso que los restos de orina en el suelo no hubieran afectado a su sabor... sabiendo de dónde procede... el café. Pero sentía reparos por destrozar los azulejos.

Así que no he probado a realizar un café con esta maravilla de la naturaleza. Si bien que mientras esperaba a embarcar tomé un café de "calcetín" en un aeropuerto de Berlín, por el que aboné 3€.

No, apenas descubrí el aroma a chocolate, ni a moho. Era una taza del tamaño de un barreño para la barbie hare krishna, en tonos anaranjados gazpacho - zumo prensado marca minute maid, pascual-don simon.

Mientras lo abonaba, con los ojos fuera de mis órbitas y los labios fruncidos en una mueca indecente, que no se cómo podría expresar, me acordé de los granos de kopi luwak.


Abrí el monedero y me encontré uno, un grano del suculento deshecho que se había resistido a viajar en el neceser. Me lo metí en la boca, lo saboreé durante medio minuto, tomé la taza de 3€, me encaminé al servicio, esperé que sonara el ruido de una cisterna y que asomara alguien, me senté sobre la tapa de la taza -del water, claro- recién utilizada, aún tibia, mastiqué el grano de café, sorbí un poco del contenido de la taza y aspiré fuerte, disfrutando al tiempo de todos los aromas, los propios del café mezclados en mi pituitaria amarilla con los que yo juzgaba en ese momento como próximos al aroma de una civeta. Desde que he regresado no he repetido la experiencia. A ver si encuentro algunos granos de este tipo en una tienda especializada, aquí en el foro. Y sustraigo algunas docenas...

2 Comments:

Blogger chousas said...

Te comprendo te comprendo... El recuerdo de los ositos de gominola que robé a los 12 aún me persigue :P
(Vaya empacho)

4:02 p. m.  
Blogger Thalasos said...

Y a mi el recuerdo del olor a civeta...
Así que ya has regresdo de tu "interludio" de verano. Bueno, espero que sigas componiendo buenas obras. No, de caridad, no, de las lecto-visuales.
Garcias por comentar. Abrazos.

8:10 p. m.  

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