14 de febrero de 2008

¿Rehenes a 762 € al mes? Así no hay compromiso que aguante

Algunos anuncios son verdaderas obras de ingeniería social. Como éste que me he encontrado en el infojobs y reproduzco en la imagen de la izquierda. Me encanta.

No dice el salario, pero sí menciona los "teches" restaurant. Será un error de imprenta. Por los datos que veo en la prensa hoy, el salario sigue a la baja. Haciendo números, salen 22 pavos disponibles al día, que suponen 35 € por día trabajado. A 4,66€ la hora. Más o menos. 762 € de media al mes; eso es lo que le pagamos a un joven universitario. Gana, por tanto, 35 € al día, considerando 22 de trabajo al mes y dispone de 22 € diarios para sus cosas.

La asistenta de casa gana el doble. La enjundia de los emolumentos da para bastante poco. Esta es la conclusión a la que llegan en el estudio publicado por la Aneca. Lo mencionan en el ADN.

En los últimos tiempos las firmas de consultoría volvemos a la carga con la necesidad de incrementar la productividad de las personas en el trabajo- vuelven, porque yo ya no me dedico a pensar en estas cosas, ni a sacar dinero del shock anafiláctico de los gestores de recursos humanos frente al cambio generacional acelerado-.

En el último número de Capital Humano, dos de estas firmas tratan de explicarnos en sendos artículos, cómo obtener el compromiso de nuestros -vuestros- empleados. En uno de ellos, clasifican a los empleados /trabajadores como antes se hacia con los clientes:

- Los que están contigo como empresa pero no te quieren y se irán.

- Los idem, pero que no se irán ni a patadas.

- Los que están contigo, te quieren pero se irán.

- Los que están contigo, te quieren y no se irán.

En el caso de los clientes, cada uno de estos grupos se denominaba, de arriba abajo, terroristas, rehenes, mercenarios y acólitos -o apóstoles, supongo que se entienden bien las categorías-

En muchos artículos recientes se habla de compromiso, ese término que -desafecto de los principios evangélicos que lo vinculan al matrimonio-, se convierte en un mantra de la gestión de personas. Los psicólogos clínicos psicoanalistas (1) consideran que las parejas diesel –las que conviven durante largos períodos de tiempo, digamos 10 años- necesitan pasar por el taller de chapa y pintura; que no están sanas. Lo traigo a colación, porque al ser un sujeto de tipo ultra diesel, me veo en la necesidad –si es que les hago caso alguna vez- de pasar por el proceso. Aunque siendo dos los psicólogos, no psicoanalistas, que hay en casa, va a ser que no. si el compromiso a tan largo plazo es malo en la pareja, según los gurús del alma o psique, qué no le pasará al pobre empleado que cargue con ello sobre sus espaldas.

El compromiso personal y el que establecemos con una empresa son de naturaleza dispar. Y compararlos, en mi opinión, es disparatado. Aunque no sea más que por el hecho de que la medida del rendimiento es distinta. En el caso de las parejas y de los hijos, caso de haberlos, los parámetros de medida tienen una duración superior a los 30 días, o 27 en el caso de las buenas empresas. Uno se compromete en la medida que llega la nómina a final de mes y que hay garantías de volverla a recibir cuando se cumpla el plazo nuevamente. Igual que Jazztel, Asisa o Gas Natural cobran a los usuarios en una cadencia mensual, accediendo a cumplir el compromiso de servicio con cada uno de ellos, si es que nada sale mal en el camino, así los empleados lo hacen con la organización.

Aún con todo, hay muchos movimientos que permiten enganchar a la gente con el proyecto, pero en realidad se reducen a pocos.

Estos 5, tal vez alguno más:

1. Genere un ambiente de libertad de asistencia, pero de examen continuo. No es contradictorio. Si la mayor parte de sus empleados son universitarios, les gustará disponer de la facilidad de controlar su propio rendimiento.

2. Pague por encima del mercado. Cualquiera de sus gerentes será capaz de defender una prima por el trabajo realizado. Y si no, cámbielos. Tienen la responsabilidad de luchar por las nominas, también. Salvo que se encuentre en el peor sector del mundo, en la distribución al céntimo. Pero en ese caso, también necesitará que la gente luche. Pues eso, págueles.

3. Evalúe y suspenda. Todo el mundo en Occidente habla de los funcionarios, sean del tipo que sean. La mayor parte de las ventajas de los funcionarios provienen del negocio que generan para la industria privada: Los sistemas de todo tipo son desarrollados y mantenidos por personas que trabajan en otras empresas, desde el tren de alta velocidad hasta los volúmenes escaneados para ser difundidos por Internet, pasando por la cuenta de las empresas farmacéuticas. Pero si usted no tiene funcionarios, no hay necesidad de que apruebe a todo el mundo, no le suba el salario a todo el mundo, eche a los malos. No, no sale tan caro. El sistema lo soportará mejor que toda esa basura –con perdón- acumulada en el frigorífico. Además, que a los malos, cuando cambian de empleo, les da por ser buenos. En serio.

4. Mueva los muebles del salón. Nada más aburrido que 10 años en el mismo lugar, con la misma moqueta bajo los pies y el mismo fulano enfrente. ¡Por favor! Cambie la ubicación de las personas, el departamento, las misiones. ¿Cree que es divertido someter al mismo proceso una y otra vez las demandas de los clientes? ¿Vender calcetines por teléfono? Una de las cosas más divertidas que me suelen ocurrir cuando le digo a alguien que me voy de viaje, es que me recomienda sitios que visitar, restaurantes en los que gozar del menú, aventuras, como si al compartirlas conmigo las reviviera...él. Bueno, eso casi no es posible hoy, salvo que te injerten algo. Pero sí es posible cambiar los roles. Así que deje que algunos de los que no viajan hagan eso de vez en cuando. Enséñeles el otro lado de la casa. Hágales crecer. y cambie los muebles antes de que vuelvan.

5. Sea ingenioso en los beneficios sociales. Olvídese, ya, de una vez, de los tickets de restauración. Ni la gestión es fácil, ni el precio es barato, ni favorece al restaurante que los recibe, la empresa o el empleado. Haga algo más sencillo: Reserve mesa diariamente en varios restaurantes, para quienes quieran comer antes de continuar la jornada. Y negocie el precio. O déjeles a su aire. Pero sin el miserable ticket, que sólo favorece a las dos multinacionales francesas que los poseen. ¿O son tres? Busque aquello que mejor le pueda ir a cada uno de sus empleados. Confeccioné un menú, ayúdeles a optimizar sus obligaciones con Hacienda, cuídeles un poco.

El compromiso es difícil de conseguir -aplicado a la empresa es, de hecho, un término desafortunado-, pero la responsabilidad sobre algo es lo que más nos gusta a los humanos. Desde el examen, que sólo preparamos nosotros, cada uno frente a su ordenador o pupitre, según la edad, hasta gastar la paga del domingo, si es que algo así existe todavía. Así que mida lo que hacen, premie o no, según los resultados y deje que decidan ellos, cada uno, sobre la paga. Y además, deje que terminen su compromiso, si es un enamorado del término, con dignidad. Ayúdeles a salir cuando sea preciso. Así hablarán de usted bien, incluso delante de la competencia. No serán rehenes, pero tampoco le fastidiarán ahí afuera.

Para terminar, siga siendo tan sincero con los anuncios de trabajo. Así todo el mundo sabrá a qué atenerse si tienen la desgracia de trabajar para usted.

(1) Cuenta Rojas Marcos, el psiquiatra, que al llegar a la Universidad americana donde iba a impartir clases, le entrevistó un catedrático quien le preguntó:
- ¿Cuál es su especialidad? Y él contestó, la depresión. Le volvió a preguntar, ¿todas las depresiones? Y él no supo que contestar. Días después, el cátedro le invitó a cenar y Rojas Marcos aprovechó para preguntarle:

- ¿Cuál es su especialidad? Contestando, la neurosis. Habiendo aprendido de la escena anterior, volvió a preguntar, ¿Qué tipo de neurosis? Y el cátedro contestó: Las neurosis de los psiquiatras. Volvió a interrogarle: ¿Todas?





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