27 de agosto de 2005

Pablo: Pruebas físicas III



-Iniciamos los juegos, ¡perdón!, las pruebas físicas.
Madame bovary se dirige a las 10 personas que nos hemos reunido en el gimnasio de la casa, una estancia que en tiempos debió servir como cuarto de invitados. Aún se pueden ver las chinchetas de las postales en las paredes. Postales ni una. En la puerta del actual gimnasio, un cartel me ayuda a hilvanar las ideas:
"Cuarto de invitados".
Unas cuerdas anilladas al techo por unos enormes cáncamos, cuatro colchonetas, robadas de algún centro de instrucción de soldados engañados, obtenidas en subasta de e-bay, o sobrantes del instituto del pueblo.

Entre los 10 candidatos, el panocho, con su mano vendada. Hemos formado en fila de a dos. Él está en la primera hilera. Yo en la segunda. Vuelve su mirada. La fija en mí. Imposible no temblar en este momento. Afortunadamente, el vestuario elegido incluyó las botas amarillas. Difíciles de mover. Pero muy seguras. Impiden tu caida. Por el peso. Supongo que tienen plomo en algún lugar de su talón o del contrafuerte. Igual en ambos elementos. Me siento seguro, como un buzo en tierra.

-¡Primera prueba: Abdominales concurrentes! Para controlar el equilibrio aural -se referirá a los oídos, espero- y la potencia abdominal, grita la bovary.
Yo me temo lo peor, un combate de topetazos con barriga, un baile tipo lambada – reggaeton, con el panocho, algo similar. Una prueba de soberbia de parte de la examinadora.

-Tumbado boca arriba, de cúbito prono dicen los forenses, con los brazos extendidos y las palmas hacia el techo, las piernas recogidas en pirámide, con los talones pegados a los glúteos, estirar los brazos hacia delante, hasta tocar una bola de Navidad que cuelga más allá de los pies.
La precisión de la madame tiene algo de político con el agua al cuello.

En el primer movimiento, las botas, pegadas al suelo me ayudan a realizar la operación. El manotazo a la bola de Navidad hace que esta se balancee hacia el techo, golpeando a madame bovary, que se ha situado cerca de mis pies.

La bola se rompe contra su nariz, produciéndole un pequeño corte en una de las alas. Gotas de sangre sobre mis botas amarillas. Una bandera. Viene a mi memoria la frase del poema de Hernández, ·…una de las dos españas ha de romperte el corazón.
Me detengo por la impresión que me produce la herida de la examinadora. Pero ella, con voz dominadora, me ordena continuar.

Los pies no se mueven del suelo. Las botas parecen tener plomo. En uno de los retornos, escucho algo dentro de mí, un sonido lumbar, me quedo aplastado al suelo, pegado desde mi trasero, no puedo vencerme hasta el suelo, no puedo tumbarme. Necesitaría levantar las piernas, pero mover los pies siquiera un centímetro es difícil. Mi espalda forma un ángulo obtuso con mis piernas. Continuo así durante un tiempo excesivo. No puedo hablar. Me doblo sobre el vientre, la cabeza entre las rodillas, el dolor es…

-¡Stop! Qué soberbia demostración de flexibilidad y fuerza ¡Levántese, Pablo!
¡Excelente!Vamos por la siguiente prueba: La escalera primordial.

Consigo girar sobre mi propio eje, ponerme bocabajo, como si fueran a castigarme. Al fin tumbado. La zona lumbar se decontrae. Aprovechando la fuerza de las botas contra el suelo, me deslizo hasta situarme a cuatro patas. Desde esta posición, levantarme es sencillo. Aunque no consigo erguirme. Tengo la misma curvatura de espalda que el actor de ¡Pues sí! En el programa de crónicas inhumanas. Parezco una escuadra, un ángulo perfecto de 90º. Agitando los brazos al tiempo que camino, un autómata en plenitud. El peso de las botas impide que mi nariz se estampe contra el suelo.

Me siento como un ancestro del orangután del zoo de Berlín.

-Candidatos, ¡Segunda prueba!

Con un esfuerzo superior a mis esperanzas de obtener el empleo, inferior al que tendré que hacer en el futuro, me alzo sobre la rabadilla, punto de palanca y deseo entre los bípedos, al fin erguido, menos mal. De lo contrario habré de esperar entre uno o dos millones de años. Esta es la precisión de cálculo de la ciencia. De uno a dos millones. En el próximo examen al que me someta, la respuesta será de este estilo.

Por ejemplo, con el carnet ese de conducir vehículos a motor:
¿Cuántos metros de separación ha de mantener entre su vehículo y el de delante si marcha por una carretera secundaria?
Respuesta: ¿Es antropóloga la conductora del vehículo anterior? Pensar en nimiedades me libera del dolor en estos momentos.

-¡La escalera primordial!

La sonrisa de madame bovary desborda la página.
Tal como una anaconda americana deglutiendo un Okapi (en la imagen) importado de África.

Decenas de escalones, una pirámide en gestación, cada uno de ellos más bajo que el anterior. Sobresalen del techo. Como una pirámide de cristal. Fascinante. Como un juego de números o de palabras. Una escalera de Sudoku. Sin fin. Sin sentido. Sin fin.

-Las instrucciones, son sencillas, añade la entrenadora. Pies juntos, manos en los costados, bajar la espalda, recta, hasta forzar la flexión de las rodillas, pensar en la luna y ¡Saltar! Hasta alcanzarla. Superaréis cada uno de los escalones, no importa su altura, en la medida que adoptéis la actitud del futbolista de categoría inferior que siente la llamada del entrenador del equipo de categoría superior. Cada escalón, un reto, cada flexión, una prueba de voluntad, cada conato de no poder alcanzarlo, debilidad a la puerta. ¡Escuchad el vibrador de vuestro móvil a cada intento! ¡Llama a vuestra puerta la fama!

Siento la llama sagrada del anuncio de tv. escupiendo a mis ventrílocuos, digo, a mis ventrículos.
El corazón a 120. Adopto la postura de una rana en celo, de un petirrojo en vista del nido y salto, salto, salto… tres escalones. Caigo por el lateral de la escalinata. Las botas, con el peso, se han ido escurriendo, al tercer salto, mis pies ocupan la parte de la caña más próxima a la boca de la bota. El último salto lo he realizado con las botas bamboleándose sobre la cabeza de madame bovary.

-¡Por favor, Pablo! ¡Deportividad!

Mientras me desuello las rodillas contra el tatami de cerámica llauradó y hermanos, la bota izquierda, impulsada por mi energía y la voluntad del plomo del tacón, golpea el rostro de la madame. Su advertencia es posterior al contacto. Su cara inicia una transformación, a medida que el pómulo derecho se le inflama.

-¡Basta, baaaasta! La siguiente prueba se inicia…en 20’.
Se ha enfadado. Aprovecho para recuperar la bota y el resuello. Se me dan mal las pruebas de este tipo. Las pruebas de cualquier tipo.

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6 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Vas a acabar exhausto al paso que vas. Pero creo que esta vez la has enfadado de verdad, aunque la culpa, está claro, que es de las botas. De todas formas, tú sigue adelante, hasta el final, nunca se sabe....
Gracias por tu comentario, me tomaré el colacao.

9:32 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Puff me parece una redacción genial. Muy bien escrito.

Gracias por la visita.

10:21 p. m.  
Blogger Thalasos said...

Necesito el empleo María. Si por lo menos supiera a qué tipo de empleo voy a acceder. Bueno. Las botas amarillas me las quedo. Eso seguro.
Gracias.

1:50 p. m.  
Blogger Thalasos said...

Lo de redacción genial me ha llegado. Gracias. Un "sobre" en Agosto es tan bueno, para mi, como un aprobado en Junio.

1:52 p. m.  
Blogger chousas said...

Joer macho, vaya empresas te buscas... XD
Y aprovecha lo de Bovary, que si no te dijo nada por lo del corte es que a lo mejor le has molado ;)

8:40 p. m.  
Blogger Thalasos said...

A punto de fenecer en la pirámide, Chousas. Si me hubiera dado una lipotimia, seguro que la bovary me hace el boca a boca con olor a ajo.
Mira, igual en el futuro, lo del rollo con la bovary me viene bien. Lo anoto.
Gracias.

9:08 p. m.  

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