22 de abril de 2007

Yo de mayor, bancario, digo, banquero

Por primera vez uno de los milmillonarios ha dudado. Un presidente de empresa, durante una de sus escasas comparencias ante los accionistas reconoce posibles dudas éticas sobres sus ingresos. Luego se retracta y se defiende

Pocos días después de su comparencia, alguien de la asociación de banqueros -los bancarios son los empleados de los bancos, los banqueros sus propietarios y protegidos- dice que "a los pueblos democráticos les cuesta comprender esos salarios".

Incluso la prensa económica le dedica espacio a las retribuciones de los consejeros y directivos de las empresas, lo que antes solían evitar. Parece que va creciendo el movimiento de rechazo a la borrachera de euros con la que se alimenta el ego de los popes de las grandes empresas.

Los 8 millones más 10 para prepararle el retiro dorado que se le abonan a ese directivo ex-bbva fichado por el santander para hacerse cargo de banesto -que por aquel entonces y pese a la intervención del Estado, era el mejor banco español, por sistemas de gestión y por red de oficinas- duelen en este tipo de sociedad.

En economía han escrito y mucho sobre la teoría de la agencia, el enfrentamiento que puede haber entre los intereses de quienes dirigen la empresa y los propietarios de la misma, buscando el equilibrio entre ambas posturas.

¿Por qué se les paga tanto? El miedo a que no defiendan los intereses de los accionistas parece que es el principal justificante. Aunque los minoritarios, los que poseen un puñado de euros y los han invertido en esa empresa, siguiendo las consignas del capitalismo popular, suelen mirar con recelo esas cifras de 8 dígitos.

Otra explicación es la que proviene del cálculo de la posible pérdida de valor de la empresa si el capitoste decidiera abandonarla para irse a otro lugar.

Aunque la pérdida sería valorada de forma distinta si se fuera, digamos, a las Bahamas con una pareja más joven y huyendo de la justicia con una maleta de coca, que de hacerlo a una empresa de la competencia o de un sector afín.

Porque los accionistas y los empleados pensarían de manera distinta en el primer caso y en el segundo. Si se ha fugado a vivir la buena vida, los accionistas podrían considerarlo poco digno de confianza para defender sus intereses, con lo que las acciones podrían incluso incrementar su precio con un nuevo fichaje. Si se ha ido a otra empresa igual se asustan y hacen perder valor a las participaciones.

¿Y los empleados? A estos cualquiera de los motivos debería darles igual. Quizás un poco de envidia entre los empleados más inmediatos por no haber sido ellos los elegidos para acompañarle a las Bahamas. El resto, ni fu ni fa. Cotilleo de pasillo.

Una vez me dijo alguien que le preocupaba cuál sería el futuro de la empresa si de repente faltaran todos los directivos del primer nivel. Pensaba en preparar un protocolo de viajes separados -para evitar que si se precipitaba un avión los sepultara a todos en el mar- y un programa de entrenamiento de personas de otros niveles para prepararles de cara a la sucesión.

¿Cuánto vale el maromo del lugar? Algunas empresas -cada vez menos- mantienen un acuerdo de remuneraciones máximas, como en la Administración. En esas empresas el salario puede ser de hasta n veces el mínimo que pagan. Un directivo puede ganar, por ejemplo, 12 veces más que el desgraciado que compacta el barro en la sección de las bombas de agua, recogiéndolo con una retroexcavadora y transportándolo con un camión de tres ejes hasta el vertedero de la empresa, domingos incluidos. Porque la mierda, digo, el barro, no da tregua.

Si este pocero gana 14.000€, pues el máximo en la empresa sería de 140.000€. Mirando la gráfica no manipulada, de arriba, se ve que es una exageración la diferencia, pero el pocero podría al menos otear horizontes. Si el intervalo superior tiene más ceros, hasta alcanzar los 14 millones o los 20, la barra superior no se ve ni con impertinentes. La gráfica tenía su lógica, cuando se mide el valor por lo que la empresa hace, lo que aporta, la cuota de mercado y las ventas y servicios que proporciona. Y como la mierda que regoge el pocero, el barro de deshecho, no lo venden, pues el fanguero gana una miseria frente a lo que se levanta el que tiene chófer, el maromo, el banquero, mucho mejor mirado socialmente. ¡Dónde va a parar!

Pero cuando el valor se mide por el precio de la acción, ese desaparece. Y como la cosa va como va y las empresas son pocas y valen menos del precio al que cotizan, quizás esa teoría de la agencia justifique esos salarios por el precio que tienen las acciones o por el precio que tendrán cuando la plantilla quede reducida al mínimo.

El primer directivo de Kodak, un gallego americanizado, decía en una entrevista que pocos de nosotros seríamos capaces de vivir con la presión de tener que echar a 50.000 a la calle y que, entre otras, era esa capacidad de aguantar la presión lo que provocaba la existencia de salarios demoledores que se ven en todas partes.

Sin embargo, enviar a la gente a la guerra, reducir la plantilla en una empresa pública, eliminar las subvenciones de todo un sector, encerrar a un alcalde corrupto recoger toda la mierda del Prestige y otras ruinas navegantes o mejorar la condiciones de vida de toda una nación produce tanto o más estréss y no cotiza a esos precios. Así que la única razón sostenible para esas retribuciones de escándalo es el valor de las acciones. Y este sube como la espuma cuando mandas a hacer puñetas a unos cuantos miles de occidentales. O cuando los fondos de capital riesgo se vuelven locos buscando rentabilidades para incrementar beneficios y remunerar al capital.

O cuando se manipula su precio. O cuando compran y venden antes de que se produzca el hecho que ya conocen esos primeros espadas, como en el caso de una fusión, lo que también se hace con frecuencia. La famosa información privilegiada. Claro que si se les ocurre echar al que recoge los fangos, la empresa se les va a llenar de mierda. Ya me veo al presidente remangándose. Pura farsa. Lo del presidente archimillonario es puro teatro...

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15 de abril de 2007

El cuento del marshmallow en la torre Sacyr

Joachim de Posada ha escrito un libro, la fábula de Marshmallow, al que le eché un vistazo-lectura rápida en el corte inglés o el tajo vallecano, según se mire a oriente o a poniente.

Basa el cuento -todo es un story-telling hoy día- en una antigua investigación de Stanford, en la que un científico loco les propuso a los hijos de sus colegas -críos con edad de comprender las instrucciones de un adulto- que esperaran hasta que el regresara a la habitación del experimento antes de comerse el algodón de azúcar -lo que en inglés se llama un marshmallow y aqui una nube, que antiguamente se hacía con malvavisco- que les había regalado a cada uno; si eran capaces de esperar sin comérselo, les regalaría otro.

Al regresar a la habitación, algunos se lo habían zampado, mientras que otros, con cara de circunstancias, comenzaron a sonreir, mientras recibían el segundo marshmallow. Unos años después, según los investigadores, los niños que habían esperado su retorno y recibido el segundo marshmallow habían obtenido más éxito social que quienes se lo habían comido nada más recibirlo.

Es como el cuento de la cigarra y la hormiga de Samaniego pero en versión Stanford. Ya sabéis, un año de curso 45.000 €, cama incluída. O 7.500 € por un seminario donde te explican las consecuencias del estudio para la fijación de los objetivos y el optimismo. O algo similar. Stanford sí que supone comerse una buena bolsa de malvaviscos dulces.

Con ser hermoso el estudio, le he dado vueltas y no me acaban de convencer los resultados. Porque si los chicos extranjeros, que son la mano de obra constructora de la torre Sacyr han esperado unas decenas de años hasta poder llegar a la rica Europa, no se han comido el marshmallow inicial, mientras que los muchachos que trabajan en una de las torres para empleados ricos de Telefónica (foto inferior) o del Santander (sin foto), con toda suerte de servicios y prebendas (hasta la próxima reconversión, claro, porque mantenerles cuesta una pasta diaria) se han hartado de nubes de malvavisco y polos de limón, desde que eran pequeños, ¿cómo es que unos se acercan a los datos del Ine, a saber, menos de 800 pavos al mes de salario medio en Madrid, para un joven sin cualificación relevante, mientras los otros no bajan de los 50.000 de coste anual, entre salario y prebendas?

Aunque según dónde te informes, los salarios bailan más que los miembros de la familia de pulgas del perro del vecino.


¡Que venga aquí el que ha computado los Marshmallows! ¡Tú! Devuelve la nube, digo, bájate de ella...

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