29 de enero de 2006

Pablo: Fortune's Cookies

Salí de casa, pero al tirar de la puerta, esta se resistió a ser cerrada.
-¿Pero vas a ir así, hijo?
-Mamá, cómo quieres que vaya. Si está aquí al lado.
-Al menos ponte esta corbata, mientras extendía hacia mi una que jamás me he puesto, regalo de mi tío Alfonso, con dibujos rijosos del pato Donald y Daisy en posturas del Kamasutra.

-Si no me pega con el pullover y los pantalones tan cortos.
-Toma, ponte esta camisa de tu hermana y este pantalón. Me ha dicho qeu ella no los quiere ya.
-¡Mamá!
-Que te los pongas. Mejor esto que lo que llevas. Además que los orientales son amantes del color rojo, hijo, que da suerte y fortuna.
-Sí, pero el pantalón de mi hermana es rosa y elástico, mamá. Y esa camisa marrón con hojas verde musgo y cintas amarillas no me va a entrar por el pantalón. Los faldones son muy cortos y redondeados.

-¡Ya sabía yo que te habías fijado en la camisa! ¿A que es bonita? Venga, desvístete mientras te hago el nudo de la corbata. ¿Prefieres uno americano o un Windsor? No, mejor el italiano, que el Windsor te hace parecer muy mayor. Como un político.

Mientras me desvestía en el descansillo, la señora Dolores, del piso de al lado salió del ascensor. Al verme en calzoncillos, haciendo equilibrios para sacarme una de las perneras, dando saltitos y con los testículos fuera de la prenda, colgando como abalorios de madera, se le cayó al suelo la bolsa de la compra, emitiendo un sonido de cristales rotos. Solté la pernera y arrastrando el pantalón enrollado en el tobillo izquierdo, me acerqué a ella.

-¿Puedo ayudarla, Dolores?

-No, no, ni se te ocurra. Y a mi hija no te acerques. ¡Degenerado!

- Disculpe, le dije, mientras con la mano derecha recogía la bolsa del suelo y con la izquierda me guardaba las bolillas.

-¡Venga, Pablo, hijo, que llegas tarde!

Le dirigí la bolsa, pero no quiso tomarla. Salió corriendo, abrió precipitadamente la puerta y cerró mirando hacia mi con cara de terror.

-Toma mamá, dásela tú cuando me vaya.

-Si, luego. Primero miraré si nos viene bien algo de lo que contiene. Ahora termina de vestirte y dame la ropa que llevas.

Acabé de desnudarme. Me quedé con los calzoncillos, una zapatilla puesta y la otra junto a los escalones. El hijo pequeño de la señora Dolores salió de su casa, le dio una patada a mi zapato, que se precipitó hasta el descansillo del tercero y me espetó:

-De parte de mi madre, que me devolváis la bolsa. Pero que no la toques con la mano izquierda.

-Toma, niño, dásela a tu mamá.

El niño cogió la bolsa de manos de mi madre y se encaminó hacia la puerta, dejando un reguero de leche o algo similar, desde el felpudo de la puerta de casa hasta el de la suya.

-He cogido una bolsa de mandarinas, hijo. Como están tan caras, nos vendrán bien.

-¡Pero mamá!

-Venga termina ya. A ver, que te ponga la corbata. Que guapo estás.

No dije nada, Me sentía ridículo, con esos pantalones apretados, marcando almohadilla, la zapatilla de deportes ´la otra la recogería después- a las que se le iluminaban los tacones a medida que ibas pisando, la camisa, de botones dorados y con ojal a la derecha de las blusas femeninas. Mamá me alisó un remolino, mojándose la mano con saliva.

Bajé las escaleras, después de darle un beso, recogía la zaaptilla y salí a la calle.

En la tienda Xuan o Juan hablaba con varios chinos. Bueno, en realidad gritaba como una fiera. Cada frase la iniciaba soltándole un soplamocos a alguno de los chinos, que estaban enmudecidos. Dos de ellos sorbían los mocos, mientras les caían lagrimones de tristeza.

Al verme, Xuan, se olvidó del grupo, que desapareció entre las estanterías del almacén, viniendo hacia mi con los brazos extendidos y una sonrisa parecida a la de una hiena, apenas un agujero en su cara, que dejaba asomar dos dientes y numerosos huecos.

-El español ha venido. Me aleglo. Ven pasemos al fondo del almacén, al centlo de opelaciones.

Le seguí y llegamos a una habitación en la que se acumulaban todo tipo de objetos y cajas de cartón. Parecía un muestrario de los horrores. Animales disecados, muñecas sin cabeza, objetos irreconocibles, una mesa con restos de comida, equipos de música, plantas y flores de papel, todo diseminado por el suelo, amontonado en varios pisos, en equilibrios imposibles. Un cubo y una fregona junto a la torre del ordenador y la mesa, escoltada por dos sillas. Xuan me invitó a tomar asiento en una de ellas.

-¿Qué quieres tomal?

-Lo que sea. Me da igual.

De un cajón de la mesa sacó una botella con un enorme lagarto dentro de ella. De encima de la mesa tomó dos pequeños cuencos de porcelana, los llenó y me extendió uno. Cuando miré el fondo del cuenco, vi en él un hombre desnudo, con un enorme pene en erección. Xuan se rió.

-Alte chino. Bébelo de un solbo, da fuerza sexual. ¿Entona? Eso, entona.

Cerré los ojos y me bebí el mejunje de un solo trago. Dejé el cuenco en la mesa. Volvió a llenarlo. Mi estómago protestaba. Yo no dije nada.

-Bueno, hablemos de negocio. Tenemos una glan necesidad de contlol de calidad soble el ploducto.

Tienes que sel la pelsona de contlol. ¿Tú quiele tlabajal pala el impelio chino?

-Bueno, es que yo no sé de calidad ni nada de eso.

-Es muy fácil. Tú va a empezal con las muñecas de callput. El ploducto estlella. Tienes que milal que funcionen collectamente. Tú velás como es fásil.

Se levantó y extrajo una muñeca de unos 30 cms de altura, como una de esas que están vestidas con un uniforme y llevan una trompetita. Pero estas tenían rasgos orientales y en lugar de trompeta, un botijo de plástico. Debajo de las faldas sobresalía una especie de orinal y de él una cuerda de algodón, como las que emplean las pastelerías para envolver. Xuan tiró de la cuerdecilla, sonó un ruido como de gárgaras, como si la muñeca bebiera y tragara del botijo y con un ¡cloc! Algo cayó en el orinal. Algo que había salido del cuerpo de la muñeca. No sé de dónde. Ya lo averiguaría.

-Tú tendlás que asegulalte de que las paltidas de muñecas hacen el sonido y de que están llenas de chinese' fortune cookies. Galeltas de foltuna.

-¡Chinese cookies? ¿Lo que acaba de caer, bueno de salir de la muñeca?

-Exacto. Tu occidental, pelo muy listo. Velás, cookies han de estal esclitas en idiomas de España. Vasco, catalán, galego y español. Y tu tlabajo consiste en complobal que las paltidas son colectas pala cada nación. Que no hay confusión. Muy impoltante no confusiones, polque de lo contlalio yo pierdo dinelo en cada país.

Me contó el negocio y en qué consistía mi trabajo. Xuan y sus socios habían inaugurado una red de distribución de muñecas callput. Cada papelito o galleta de la fortuna, las chinese' cookies llevaba escrito un mensaje. Podía ser put o call. Quien encontraba el mensaje, llamaba a un 809 y comprobaba si tenía premio o no. Si había premio, recibirían una cantidad de dinero, descuento en al adquisición de productos, según el precio de las materias primas en el mercado de …Chicago.

Por ejemplo, si el papel decía 45 put 43, 1000, la persona podía optar por adquirir frascos de Tofú a 43 céntimos dentro de dos meses o vender los frascos a 45 hoy. La prima para Xuan era el 60% del precio de la llamada más la subvención. La llamada costaba 1, 25€ más impuestos.
-¿La subvención? Le pregunté, cuando en realidad apenas había comprendido algo de lo que me había mencionado.

-Velás, nosotlos somos plopietalios de algunas cabinas telefónicas en todas las comunidades, bueno en las que vendemos muñecas. Las pelsonas que solicitan una opelación tienen que complal las muñecas en nuestras tiendas clientes y además solicital la opelación a tlavés de nuestlas cabinas. Pol las cabinas tenemos subvención del gobierno chino.

-Así cuando haya guella comercial con Occidente, contlolalemos palte de las comunicaciones intelnacionales. Pol otlo lado, la cuelda de la muñeca es de algodón español, y tenemos una subvención de 6 eulos pol cuelda. Como las cueldas se lompen mucho, son casi treinta eulos al año. Las cueldas las leponemos en las tiendas y también los lecambios de galeltitas.

-Pero entonces ¿tú compras las cuerdas?

-No las cueldas las compla una fáblica valenciana y las distlibuye intelnacionalmente hasta una fáblica Filipina. Luego entlan en China, montadas en las muñecas.

-No entiendo nada.

-Como ploducción de algodón español finaliza en 2009, las cueldas tienen buena subvención. Sólo las emplea la fáblica de Tampax en Chiple y nosotlos. Muy lentable todo. Pero, venga, venga, tu sólo calidad, contlol de muñeca. Mila esta es tabla aleatoria- Tú cuentas puestos desde aquí, ¿ves?...

Me dio la tabla. Tenía que numerar a los chinos que trabajaban en el almacén de Xuan y aplicar la tabla para controlar de manera aleatoria las muñecas. Por ejemplo, iniciar la cuenta en el tercer chino que estuviera trabajando, buscar en la tabla, en las filas y en las columnas, hasta encontrar el número de cruce y a partir de ahí buscar en las cajas que ya hubiera llenado el chino con muñecas, hasta encontrar la muñeca número X, tirar de la cinta, comprobar sus funcionamiento y devolver la galletita de la fortuna a su cuerpo… pero por la espalda, donde había un pequeño compartimiento para reponer las galletitas.

-¿Quién compra las muñecas, Xuan?

- Chinos y ecuatolianos. Hay una glan colonia china en la ciudad de Quevedo y ellos han enseñado este juego a los ecuatolianos. Muchos clientes en toda España. Muchos. Pueden conseguil descuentos en ploducto, según apuesten pol la evolución de la soja o del plecio del coble en melcado de Chicago.

-¿Tu acepta el tlabajo?

-Si es tan fácil, tendré que aceptarlo. ¿Cuándo empiezo?

-Ahola. Plimelo tu comel con nosotlos. Con mis plimos de la plovincia de Zhejiang. Llegaron anoche. Han tlaido pello del Nolte en conserva. Te gustalá.

-Prefiero comer en casa, igual me están esperando.

-Tontelía. Tú con nosotlos. Tengo que plesentalte al personal.

Me apresté a degustar el perro del Norte. Aunque, bien mirado, también podría ocultarlo en alguan de las muñecas. Una cookie que no pasaría el control de calidad.




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23 de enero de 2006

¿Te gusta competir?

En el dilema del prisionero, se plantea básicamente una situación de toma de decisiones en la que tu resultado depende de la opción que adopte la otra parte.
Una buena descripción del mismo se encuentra aquí.
Y una extraordinaria aplicación aquí.

En el asunto que me ha llamado la atención, un individuo, seguramente profesor de instituto, colgó una nota en el pasillo de la institución, con el siguiente texto:

“Aviso al que cogió mi móvil Nokia 6600 ayer en la cafetería.
Si el jueves X la tarde no ha aparecido, lo inutilizaré dando el IMAI y no se podrá utilizar ninguna de sus funciones (llamar, cámara, etc…). Necesito los números de la agenda y si no funciona nada no te va aservir a ti.
Se gratificará económicamente (100 €) y no habrá ninguna represalia.
Pasa por delegación de alumnos o" [no se puede leer el resto].

Respuesta:

“Aquí te dejo el móvil. No te molestes en deshabilitar las funciones. Ya está (…la cámara me la quedo…)
Déjame el dinero en delegación si eso, que ya paso yo.
Gracias”

Al margen de las probabilidades teóricas, la pérdida total es posible, mientras que la ganancia total no lo es.



Numerosas situaciones de este tipo se dan a lo largo del día. Y desde luego en nuestras relaciones con otros.

Estas dos personas han demostrado un uso fructífero de la teoría de la negociación y de la teoría de juegos. Aplicando una estrategia de Maximizar la mínima ganancia posible y de Minimizar la pérdida máxima, respectivamente.
¿Quién ha utilizado cada una de ellas?

Os toca pensar un rato. Yo, ya lo he hecho.
Pienso que han ganado los dos. Como los políticos después de una clara derrota. Pero ese es un tema demasiado complicado para intentar entenderlo a estas horas.
¿Te gusta competir?

21 de enero de 2006

Hecaton. No, sólo he recopilado 97 de vuestras rarezas.

Apenas tengo conciencia de esa relación. Igual ni es mía. Pero la siento tan vívida, la tengo tan dentro de la memoria. Creo que me pasó a mi. Lo sé. Me pasó a mi. O quizás fue a él a quien le pasó.

Pero a mi la chica de la foto me suena muchísimo. Creo que tuvimos algo que no llegó a cuajar del todo. Igual sólo se trate de un meme grabado en mi cerebro, en mi memoria por un experimento de Loftus, la psicólogo que graba recuerdos en la mente de sus cobayas humanas.

Como algunas de esas manías heredadas, familiares. Los tres hermanos, por ejemplo, que nunca suben en un ascensor cuyas puertas sean dobles. Por miedo a morir asfixiados. Como parece que le pasó... La abuela tampoco subía a los ascensores. Un engrama, un meme, dos neuronas creando una sinapsis permanente para que dure.

Durante días he recopilado algunas de las rarezas, hábitos, manías que las cibercriaturas han redactado en sus páginas, siguiendo la solicitud de algún ciberconocido. A veces, la cadena se rompía, algunos invitados descartaban el reto, despreciaban la maraña, como quien afirmó esto, en su bonita página:

-Como es mi blog, lo haré a mi manera, no paso el testigo a nadie, si no es bueno para mí, no tiene que serlo para otra persona. He dicho.

Pero a los científicos les preocupa mucho esto del conocimiento. Y lo de los memes culturales.

El meme, como unidad de información transmitida culturalmente. Con algunas características emocionantes y terribles, equivalentes, en la teoría de Dawkins, a las de los genes:

Fecundidad: Aplicado a las manías, algunas son extraordinariamente populares, fecundas, compartidas por millones de nosotros.

Longevidad: Permanecen durante centurias, se hacen eternas. Resisten la evidencia científica, la prueba de su refutabilidad. La evidencia de una hipótesis H1 alternativa y definitiva. Seguiré creyendo en la fuerza de mi fecha de nacimiento, mi amuleto o levantarme con el pie derecho, por poner ejemplos, aunque jamás me haya acontecido algo vinculado a ellas.

Fidelidad en la replicación: Se conservan, con una nítidez extraordinaria en la transmisión oral, mamá, papá, la tita, mi abuela, mi mejor amiga, mi portera, convertidos en feraces storytellers, miembros de una sociedad mahorí. Conocimiento tácito eterno. Información perpetuamente conservada, copias de seguridad inabarcables. Madera de inmortalidad. Replicados y replicantes.

"¿Qué sucederá con nuestro conocimiento común en el futuro? Pienso que nuestros antepasados lo tenían fácil: aparte de todos los jugosos de chismes ocultos para los demás, algunos secretos y patentes comerciales, todos sabían aproximadamente las mismas cosas y sabían que sabían las mismas cosas. Apenas había mucho que saber.
¿Y en el futuro?¿No podrá la gente crear y explotar la ilusión de conocimiento común en el futuro en mundos virtuales donde esas personas piensen solamente que están en contacto con sus cyber-vecinos?" Daniel Dennett.

Replicamos nuestra cultura, sueños y hálitos. Aunque seamos depredadores de 40 horas semanales -¿Cuántas hora depreda un tigre de Bengala? ¿Un león, perdón, una leona?- también hemos sido víctimas, presas durante siglos, de hecho aún lo somos. Y nos protegemos de la amenaza, de modo biológico consiguiendo que nuestra cabeza haya evolucionado hasta convertirnos en corredores de fondo durante la huida. Una explicación del tamaño del cráneo y del cerebro muy interesantes. A mayor espacio mayor refrigeración, más posibilidades de supervivencia. Así se fríen menos las neuronas durante la huída.

Es posible que de aquel entonces, de cuando perseguíamos a la carrera o huíamos de la misma forma, nos queden esas rémoras, esos tics contra el miedo, que las heredemos y evolucionemos.

Las transformamos en gestos, hábitos, magias, bits de otras dimensiones, sobre los que apalancar nuestra necesidad de protección.

Mucho cerebro y mucho intercambio entre nosotros. Inconsciente colectivo y patrones universales.

Hacemos propio incluso lo que en puridad no nos corresponde. Como el flirt con la chica de la foto, que nunca me sucedió. Aunque lo mantengo en mi memoria. Me gusta creerlo.

"Un carro con ruedas radiadas no sólo lleva grano u otras mercancías de un lugar a otro; lleva la brillante idea de un carro con ruedas radiadas de una mente a otra." Daniel Dennett, La conciencia explicada, Paidós, Barcelona, 1995. Citado por Jordi Cortés en su artículo sobre los memes.

Aunque a Dennett le da cierto miedo la desaparición de muchas y notorias ideas, sobre la base de que nuestra necesidad de novedades genera tal infoesfera -precioso término que contextualiza la biosfera en la que hoy vivimos- que el cerebro no podrá tratar con ella, sencillamente.

Quizás acabemos por recrear la realidad, apropiarnos de lo que jamás hemos hecho, como esa práctica de mejorar las historias que nos acontecen, moldeando nuestro recuerdo, haciendo nuestro lo que es de otro, le pertenece. Qué memoria más débil la mía. Y qué influenciable.

Mientras tanto y por si mi vecino virtual decide en el futuro no compartir conmigo su conocimiento, reflejo y recojo aquí algunos miedos, rarezas y hábitos. Noventa y siete. 9 y 7. Dos números mágicos. Dos memes culturales.

"Hábito: Mala costumbre en la que en la que uno se halla lo suficientemente cómodo y moderadamente recompensado a pesar de los perjucios que conlleva. Las malas costumbres son hábitos, malos hábitos, mientras que las buenas costumbres son vicios... y esos son habitualmente los mejores..."


-Retroexcavadoras en la calle. Quiero aprender a conducir una.
-Desayunar en solitario y sin hablar.
-Combinar la ropa interior con la exterior.
-Cenar sandwiches. Sólo ceno sandwiches. Aunque desee otra cosa.
-Siempre suena media hora antes el despertador. Lo pongo media hora antes.
-Autoraparme, cortarme el pelo, quede como quede.
-Salir el último de la sala de cine, al final final, cuando están limpiando la sala.
-Beber agua en recipientes no convencionales.
-Hacer todos los exámenes con el lápiz de la suerte.
-Comer el bocadillo desde los bordes, en lugar de arriba hasta abajo.
-Entrar en otras conversaciones colaterales.
-Adivinar la marca de suavizante que usa la gente.
-Escuchar mil veces la misma canción.
-La sandias y melones han de mantenerse de pie mientras los cortas.
-Algunas aceras las detesto. En mi propio barrio. No las piso.
-Un café antes de dormir, siempre.
-Que me peguen chicles en el coche. Nunca ha ocurrido. Pero cuidadín con hacerlo.
-Fastidiar a una abeja hasta conseguir que me pique.
-Escuchar con la boca abierta.
-Hacerme el idiota.
-Pegar sustos de muerte, saliendo debajo de la cama o detrás de la cortina.
-Miedo a los paraguas, propios -no tengo- y ajenos.
-Una vez me meto en la cama nunca saco los pies, ni los brazos… está “el monstruo de debajo de la cama”.
-Dejar abiertas puertas y ventanas.
-Apagar las luces, cualquier luz que dejes encendida.
-Imposible dormir solo.
-Desayunar o comer tostadas sin ponerles nada.
-La ropa y el calzado no los soporto. Me paso media vida desnudo.
-Madrugar una hora para bañarme, leer…
-Comprar dos ejemplares nunca solo uno, se trate de lo que se trate.
-Destrozo las etiquetas, los billetes de bus, los vasos de cartón .
-Todas las llaves en un único llavero. Pesa más de un kilo.
-El movil cargado y encendido siempre.
-No pedir a dios nada, que da mala suerte.
-Cruzar mucho las piernas.
-Primero como la hamburguesa, luego las patatas. Nunca al revés.
-No cruzar mucho las piernas, no cruzarlas nada.
-Si toco algo, lo que sea me lavo las manos inmediatamente, si puedo.
-Pasar por debajo de una escalera o de un andamio.
-Jamás pasar por debajo de una escalera o de un andamio.
-Siempre tengo que hacer el mismo camino. Cuando voy con más gente lo paso realmente mal.
-Un conjunto bra y panty rojos.
-Cepillarme continuamente los dientes.
-Mientras estoy sentado en la taza del váter, veo la tele.
-Detesto algunos olores, las cosas necesitan su olor. El que a mi me gusta [que tengan].
-Leer la última página del libro, revista,…
-El café solo lo tomo sin ni pizca de azúcar. El café con leche lo tomo con dos terrones.
-Llegar antes a la acera del otro lado, que los coches al paso de cebra.
-Comerme un yogurt como si fuera un espectáculo: dar vueltas a la cuchara, relamer por todas partes.
-Aguantar delante del buzón dos minutos para que a la carta no la ocurra nada: Que la robe alguien, que la escupa el buzón…
-Transplantar las plantas cada 15 dias.
-Mala leche cuando se me acerca alguien mucho en una cola.
-Creer que hasta lo inservible sirve para algo y por supuesto, guardarlo.
-Leer las etiquetas de cualquier producto, todas las etiquetas.
-Ejercer el derecho de cancelación en todos los ficheros automatizados.
-Escupir en la dirección del gato negro que se me cruce.
-Comer flan haciendo siempre un volcán.
-Comprobar 45 veces la palanca del despertador.
-Comprobar el gas miles de veces.
-Estallar las burbujas de los protectores de plástico.
-Impresión de que todos me miran por la calle.
-Tengo una colección de escapularios que podría superar a la de cualquier “señora mayor” que conozcais.
-Recordar y memorizar todos los zapatos.
-Me gusta la berenjena y no me gusta la berenjena.
-Dormir con un mechón que cubra mi oreja.
-Que alguien de atención al público me trate como si… se lo hago saber y de qué modo.
-Buscar parecidos razonables en las personas.
-Me da vergüenza pedir en los restaurantes, si puedo evitarlo, lo evito.
-Buscar formas en las nubes.
-Adivino lo que sucede en las películas, incluso lo más inverosimil.
-Al llegar a casa guardar lo que llevo y desmaquillarme.
-Comer tan lento que los demás se desesperan y la comida se enfría o calienta (helado).
-Pellizcar a cualquiera [-aunque no le conozca-] si me encuentro con un pelirrojo, para evitar el mal rollo.
-Mirarle a la gente los agujeros de los oidos.
-Dormir en el lateral por grande que sea la cama.
-Apretar cualquier tubo por el centro.
-Tocar madera cada cierto tiempo.
-Preparar el café solo en vaso. Odio las tazas.
-Llevar monedas cuando voy a entrenar.
-Yo no me asusto. Yo sufro ataques de epilepsia.
-Recoger la cocina antes de sentarme a comer.
-Recoger la casa en domingo.
-No encontrar nunca mis malos hábitos. Lo mismo es que hasta me creo que soy perfecto.
-No usar jamás paraguas, aunque diluvie. Mmmm joder esto es de ser gilipollas ,por que vamos.
-Cuando acabo de hablar por teléfono con Él nunca cuelgo yo primera.
-Si no bebo agua después de un helado me siento fatal.
-No puedo soportar que la boca de una aceitera me señale.
-Cuando copio un cd o dvd necesito encontrar la carátula.
-Soy puntual y me fastidia esperar incluso un minuto.
-La puertas de los armarios cerradas antes de ir a dormir.
-Mi timidez extrema no la percibe nadie más que yo.
-Después de ducharme todo lo hago exactamente igual durante media hora.
-Hacer pis y echarme colonia antes de ir a la cama.
-Si alguien tiene un olor que no me va le pillo manía.
-Hablo con mi gato en italiano.
-Odio a la gente que dice de una embarazada: ¿Ha tenido algo?
-No soporto que me doblen los periódicos.

Y si te reconoces en alguna de esas ideas expresada por otra persona en su página, no seas ilusa, no pienses que eres la única persona del mundo que tiene esa rareza. Porque es un meme. Todas están en tu cerebro. Todas te pertenecen.

La mayoría de los hábitos han sido expresados con más palabras por sus propietarios. Pero la esencia está conservada.


18 de enero de 2006

Los 5 extraños habitos de Thalasos


Me encarga esta señorita, noname, más conocida como la Innombrable, un meme en el que cuente mis 5 defectos o hábitos a corregir o neuras.
Bueno, 5 rarezas de las que tenga.

Y que después le pase el testigo a 5 bitácoras y que se lo mencione en un comentario dejado en cada una de las páginas.

Bueno, esto de los memes me atrae poco, pero yo no voy a parar esta tradición bloggera ni emailera. Además que es gratis.

Sus instrucciones exactas son las siguientes:

El primer jugador de este juego inicia su mensaje con el título "5 extraños hábitos tuyos". Las personas que son invitadas a escribir un mensaje en su respectivo blog a propósito, de sus extraños hábitos, deben también indicar claramente este reglamento. Al final, debéis escoger 5 nuevas personas a indicar y añadir el link de su blog o diario web. No olvidéis dejar un comentario en su blog o diario web diciendo

"Has sido elegido" y dices que lean el vuestro.


Estos 5 son los que a estas horas se me ocurren.


1. Ahora que miro alrededor mía, desde el ordenador del despachito que hay en casa, observo con espanto libros y papeles por doquier: sobre esta mesa cuatro libros y varias revistas; sobre la auxiliar, junto al escáner, seis libros más y una carpeta de control de gestión; debajo del imac que no usamos ya, un FP, varios artículos de... un balón de baloncesto y unas cajas sordas. Y encima del mueble más carpetas, conteniendo los expedientes X de... ¡Qué cantidad de mierda! No hay manera de teclear aquí! Acabo de descubrir que la caja de libros para donar al instituto todavía continua debajo del Apple. ¡Me van a oir! ¡Porque quedaron en llevarla ellos... hace dos años!

2. Nunca hago una comida igual que en la ocasión anterior. Siempre introduzco alguna pequeña innovación. No es porque me guste variarlas, sino porque no las guardo. Lo dramático es que de las mejores nunca más se supo.
Hablando de comida: No me gusta la comida moderna dulce-salada-lisérgica, tipo, sesos de Pomerania al Isótopo de Santurce con vondage de vieiras confitadas al aroma de los orejones brasileños. Tampoco el sushi. Ni las algas. Ni la cebolla. Ni el ajo. Ni la coliflor. Ni el repollo. Ni al leche caliente. Ni la nata. Ni los flanes. Ni las natillas. Prefiero una hamburguesa... sin cebolla. No insistas...

3. No me gusta que me cedan el paso los autobuses en los pasos de cebra. No entiendo quien ha educado a esos pobres conductores tan mal. Me parece un despilfarro de tiempo obligar a 40 o tal vez 50 ocupantes de sus asientos a perder el tiempo mientras yo alcanzo la otra orilla. ¡Indignante!

4. Me gusta trabajar. Siempre me ha gustado. La sensación de hacer algo bueno por los demás, desde darles de comer en un restaurante, cuidarles o compartir lo que sabes en un curso o en un proyecto. Y sobre todo, llevar dinero a casa. Ganado por tí, de manera legítima. Lo más. Por poco que sea.

5. No me gusta ir a comprar ropa interior ni calcetines. La primera porque antes compraba todo blanco y ahora compro todo negro. La segundo porque siempre compro calcetines negros -una tara de cuando fui camarero. Bueno, alguna vez estiro del arco iris y adquiero alguno... azul oscuro.


Se lo paso a las siguientes personas:

PANDORA

MARIA EN EL PAIS DE LOS MIERDECILLAS

ROBINA DE LOS BOSQUES

KAHLO

MONOSABIO

15 de enero de 2006

¿Jonh Wayne Gay?


-Ya, en el colegio. Que compartían las duchas. Y se cayó el jabón.

-Bueno, lo de las cabras casi que lo comprendo, siendo pastor.

-¿Y dónde dices que ocurrió? En la pradera. Con los long horn como testigos.

-Pero él, ¿había hecho el servicio militar en la army o en la navy?

-No, las duchas son más pequeñas en un submarino que en la Academia militar. Eso seguro. Hay, más oportunidades de caer en la tentación.

-Y fue el padre Ramos en la sacristía, mientras preparaban el gaudeamus igitur las voces bajas de la coral. En la Universidad de UCLA. Bueno, ya sabes que allí es un paraiso. San Francisco, los descapotables, la playa ... Claro, eso en Las Morrajas, por ejemplo, no hubiera ocurrido. Menudo es el párroco, don Gustavo.

-¡Ah! Que a su hermano nunca le ha dado por sujetar una que no fuera la suya propia. Pero que a él sí. Claro si la educación debe influir. Pero no lo es todo. No entre gemelos si uno es, el otro también. Y si no, no. Pues eso.

-Ni en las duchas ni en el gimnasio.

-Pero que a él, sí, al menos en las duchas. Que en el gimnasio ni por asomo. Es que la homosexualidad a veces es tan aburrida.

-Que en el gimnasio no se dan esas conductas. Bueno en los gimnasios de culturistas, a veces. Pero en los de boxeo nunca, que si no te calzan un guantazo y te estampan.

-Que son conductas incompatibles. No, no hay espacio para el boxeo y los abrazos y besitos. No me los puedo imaginar a Cassius Clay y el reverendo George Foreman dandose un roscachapa con lengua. ¡Qué fuerte!

-Bueno, eso se pensaba del heavie metal hasta que Rob Halford, el de los Judas Priest se declaró...

-¿Boxeador?

-¡Ca! Marica, se declaró marica, sarasa, bujarrón, gay, vamos. Que nos gusta más.

-No, parece que no hay vacuna. Alguien dice que puede curar la enfermedad, pero no parece muy fácil. Aunque este otro inspira algo más de confianza. Como van den Aardweg afirma tener 7 hijos, igual no les cura, pero él sí que resistirá la tentación de Sodoma. Espero.

-Bueno, fíjate que el otro día hablando de tabaco, menciona alguien que a finales de los 50 o principios de los 60 las mujeres fumaban L&M, porque tenía la boquilla blanca y así quedaba el carmín o rouge adherido a la misma y que el efecto era muy sugerente, y que los llamaban Luis Mariano, por lo de LM y que ese cantante que las hacía derretirse con sus canciones de amor, también.

-También ¿qué?

-Pues, que le iba el rollo mariquita.

-O sea, que no hay vacuna.

-Pues no.

-Entonces, ¿Qué puedo hacer con él?

-¿Divorciarte?

-Es que no quiere. Dice que él está por mi, pero como amiga. Que para "lo otro" ya tiene a su Juan. Es terrible. ¿Con qué cara le llevo ahora a casa de mis padres? O al pueblo, ¿donde ejerce mi hermano de párroco?

-No, allí mejor no, porque igual se fugan él y tu hermano.

-Pero es que el otro día me llevó, a traición, a ver la de Broke Back Mountain y se puso a llorar y a gemir y a la salida me llevó a una tienda de sombreros y se compró uno como el del actor Gillenhaal.

-No, lo pagó él con su dinero. ¡Lo que faltaba! Pues los de marlboro van a tener que cambiar de icono varonil. Ya ni los cowboys aguantan. No se si la venta de Hemoal se incrementará o si se hundirá el laboratorio.

-¿Con quién hablabas?

-Con Jesús Vázquez.

-¿El de la tele?

-No. El de la Mari. El que se sentaba a tu lado en clase de labores, en tercero.

-¡Ah, ya! El que me quitaba las muñecas.

-Ese, el mismo.

-¿Y te ha dado alguna solución?

-No, ninguna. Bueno, ya sabes, que me divorcie.

-¿Y como le va?

-Pues se casó. Hace ya dos meses.

-¿Con alguien que yo conozca?

-Con Mario.

-¿Quien? ¿El de primero? Pero si con ese me acosté yo. Y Carmen. Y la estrecha de Lourdes. No veas como la tenía. Medio kilo de percebe. Y tan guapo.

-Pues ya ves, Mario se ha cansado de nosotras.

-No si con ese nombre.

-¿Con cuál nombre?

-Ese, Mario, salir a la voz de ¡Ar!... del (ar)Mario.

-Pues yo no pienso hacerme lesbiana.

-Ni yo.

-Es que les ha dado muy fuerte.

-¡Y que lo digas, hija, que lo digas!

-Y con lo de la película más. Y al final va a salir hasta el Thalasos ese de tus amores.

-Eso sí que no. No lo verán tus ojos, Rita.

-Espera a que vea la peli. Ya me contarás.

-¡No pienso llevarle! Además, que por el precio de las dos entradas compro una caja de condones y no lo saco de la habitación en tres días.

-¡Qué exagerada hija! Pues si que folla el Thalas. Preséntamelo.

-Una caja de tres, no te pases.

-¡Ah bueno!

-Y con los otros 9 euros, una botella de Anna de Codorniu y un paquete de Marlboro.

-Se te volverá maricón. Como los cowboys.

-Pues entonces... de Camel.

9 de enero de 2006

Pablo:


Entre de espaldas, como si temiera…

-Que herida más fea tienes en ese culito. ¿Quieres que te la cure?

-Déjalo abuela. Gracias de todas maneras. Si no duele. Balbucí las expresiones con asco. No temblaba pero mis palabras tenían el tremolar de la duda, la tartamudez profunda del temor.

-¿Quieres comer algo?

-No, gracias. Subo a mi habitación a vestirme. Luego me tomaré un gazpacho caliente.

Algunas personas se sorprende cuando les descubro mi pasión por el gazpacho bien caliente y con azúcar. Todo un descubrimiento. Cuando una tarde en que me quedé a solas con Tania, la vecinita del quinto, me pidió que le hiciera una sopa de tomate. Busqué una receta, pero en el refrigerador no había suficientes frutos rojos, así que me decidí por añadir los productos de la huerta que fui encontrando.

Los troceé, después de haberlos lavado bajo el grifo del fregadero, los trituré en un vaso batidor. La receta de la sopa de tomate incluía demasiados ingredientes: tomates Roma, cebolla, crema o nata, sal, pimienta, albahaca fresca, ralladura de naranja o de limón… Resolví las ausencias de producto con pepino, ajo, puerro y apio. Sal, limón, pimienta, aceite, pan duro mojado… Lo cocí todo durante una hora. Mientras se hacía la sopa, Tania se dedicó a encelarme. Lo hacía sistemáticamente cuando aparecía por casa. Siempre para estudiar.

-Ayúdame con el álgebra, por fa…

Jamás terminamos un problema. Cruzaba y descruzaba las piernas, dibujando una semicircunferencia; subía sus faldas hasta el extremo externo del muslo, rozaba mi entrepierna con sus uñas, arañaba el interior de mis muslos, se colocaba el sujetador, se ponía de pie, contoneando su trasero delante de mi nariz. Pero nunca llegamos a hacer algo: ni besos, ni caricias. Salvo el día de la sopa.

-Si se entera el Toño, me mata. Y a ti, te da una paliza que no sales jamás de los jamases del hospital en el que te ingresen.

-Ya podías hacerme algo. Así tendría motivo tu Toño.

-Si quieres te las enseño y tu te haces mientras una… Si me la enseñas te las enseño.

Juegos casi infantiles. Mientras andábamos en esas el olor de la sopa se iba adueñando de la estancia, la salita en la que estábamos y donde residían habitualmente la abuela y su radio de lámparas o válvulas.

Me guardé el instrumento antes de terminar, me acerqué a la cocina, serví dos tazones de sopa y volví a la sala. Aquel día fue distinto. Mientras yo sujetaba los dos tazones, cada uno con una mano, ella me trabajo a conciencia. Un trabajo manual de primera. La sopa dejó de humear. Los dejé sobre la mesa, me subí la cremallera y al acompañé al cuarto de baño. Allí nos lavamos las manos, el uno al otro. Fue muy excitante.

Nunca más volvió a casa. Desapareció. Cuando nos cruzábamos en el ascensor ni me saludaba. A medida que fue creciendo perdió parte de la belleza que nos había cautivado a todos durante años a los vecinos de la escalera. Sus 17 frente a nuestros 13 o 14, eran insultantes. El tiempo le bajó los humos a su fisiología y la exacerbación hormonal a nuestra masculinidad.

Desde entonces, gazpacho caliente. Un homenaje a la Tani y su talento para hacernos despertar a la generosidad sexual y compartida. Ahora ya no lo hiervo. Caliento el gazpacho en crudo. Así no desaprovecho las vitaminas de las hortalizas y vegetales.

Terminé de vestirme y bajé hasta la cocina. Mi abuela estaba preparándose un ponche a base de huevo, vino dulce y canela.

-Perdona, abuela, tengo que pasar.

-Claro, pasa hijo, pasa. ¿Te preparo algo?

-Ya lo hago yo, abu, gracias.

-No sé como te puedes tomar eso caliente. ¿No te dan arcadas?

-Cuando se queda frío, sí. Me gusta bien caliente, ya lo sabes.

Sonó el teléfono.

-Ya voy yo, abuela. Cuídame el fuego, que no hierva y se salga todo.

-¿Si?

-Hola, pregunto por Pablo Eresmin…

-Sí, soy yo.

-Es que verá, nos ha llegado su currículo y nos gustaría contratarle.

-¿Así, sin más?

-Sí, porque es usted una de las pocas personas del este de Europa que nos ha escrito y que habla inglés y español. Además que es universitario. Queremos que venga a vernos esta misma tarde, si es posible.

-Naturalmente. ¿Dónde están ustedes? Y ¿por quién pregunto?

-Somos la tienda de todo a un euro que hay debajo de su casa. El CV nos lo ha traído su abuela, creo que dijo ser. Como teníamos un cartel en el escaparte. Así que baja cuando puedas y preguntas por Juan.

-¿Juan qué más?

-En realidad me llamo Xuan Gai Shang, pero aquí me llaman Juan el chino. Así que Juan será suficiente.

-Voy a almorzar y bajo en media hora.

-¡Ta luego!

-¿Te sirvo la sopa?

-¡Gracias abuela! Me acerqué a la cocina, de la que ya salía mi abu con ese andar cansino y un tazón de gazpacho hirviendo.

-Me han llamado de la tienda de los chinos. ¿Cómo se te ocurrió entregar mi currículo?

-¿Yo? Jamás te enviaría a trabajar a un sitio como ese, hijo. Yo no he sido.

-Pues me ha dicho un tal Huan que tú se lo habías entregado.

-Te repito que yo no he sido. Y ya sabes que sólo tengo una palabra.

-¿Y quién habrá podido ser? ¿Quién tendrá mi CV, aparte de los que ya he enviado.

Se abrió la puerta de la calle y entró mi madre.

-Hola Pablito, hijo. ¿Has terminado el banquete?

-Hace ya un buen rato, mamá. De pronto se me ocurrió preguntarle.

-¿Tienes tú algo que ver con el hecho de que me hayan telefoneado de la tienda de los chinos, mamá?

-La Tania ha hecho bien su trabajo.

-¿Tania?

-Sí, ha entregado tu currículo en todas las tiendas del barrio. Como necesita dinero para sacar adelante a los trillizos, porque ya sabes que su pareja falleció durante el parto. Vamos que le dio un infarto al comprobar como iban saliendo de uno en uno del vientre de la madre. ¡Qué desgracia más grande, pobre hija!

Ya me acordaba. Pero Tania, aunque hubiera perdido gran parte de esa belleza helénica de la adolescencia, no podía haber envejecido tanto. Mi madre, como leyendo mi pensamiento, me sacó de dudas.

-La madre de Tania es en realidad quien los ha repartido.

Ahora ya podía entenderlo. Esa señora, Matilde, tenía un par de verrugas en la barbilla, densamente poblada, y un bigote que para mi hubiera querido a los 13 años, en lugar de ese bozo que cubría mi labio superior como un desfile de hormigas.

Aparentaba más edad de la que debía tener, fruto de esa costumbre de vestir de negro y cubrir sus faldas con un mandil de pescadero, a franjas verdinegras, y su cabeza con una pañoleta, también negra.

Su marido había desaparecido hacía 15 años o más y le habían declarado fallecido. Una vez bajó a casa con un radio cassette para que escucháramos el certificado de defunción que habían emitido por la radio. Todas las mañanas se ponía la grabación en un enorme equipo de música, con la Marcha Fúnebre de Chopin de fondo.

Luego –siempre según su propia declaración o confesión- rezaba tres Credos y dos Avemaría, antes de desayunar unas buenas migas con sardina arenque y uvas, que era lo que más le gustaba a su difunto.

Las malas lenguas afirmaban que su difunto vivía en Villajoyosa, con una alemana millonaria que había conocido durante los años en que trabajó en la limpieza de una cadena de sexshops. También contaban que era un hombre tremendo, que se gastaba una pistola de actor porno de primera y que por eso la alemana se lo robó a la señora Matilde. Pero nadie lo demostró y al final el juez decretó su defunción… por la radio.

Al terminar con la sopa bajé a la tienda del chino, bueno, de Huan. ¿Juan, Xuan, Joan? Bueno, habría tiempo de aprenderlo. En el ascensor, al abrir la puerta me topé con Tania y sus trillizos. Como habían cambiado. Los trillizos. Dos de ellos iban completamente rapados. El tercero llevaba la mitad de la cabeza rapada y la otra mitad con una melena en tono azul hasta la cintura. Tania sonrió. Yo eructé. El ajo del gazpacho, claro.

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6 de enero de 2006

SmokeFree, EspacioSinHumos, Rauch frei



Una conversación ¿irreal? Ahora que llevo algunos días sin tabaco que llevarme a los pulmones.

-Tú dirás lo que quieras, pero este gobierno, entre el tabaco, las limitaciones al alcohol que va a imponer en el futuro y que ya sólo puedes adquirir una mesa camilla en el Ikea de los cojones y en ningún otro sitio, nos va a derrotar. ¡Cabrones!

-Ya hace más de un año que en la empresa no se podía fumar. Así que haberte preparado con antelación. Que lo dejas todo para el último momento.

-Bueno, bueno. Dejar el enfrentamiento. Yo lo que si os digo que en el servicio esta mañana, ¡Casi me muero! Qué asco, por favor. Colillas y humo por todas partes. Y han sido los chicos, porque la taza estaba toda llena de meaos. ¡Encima!

-Yo anoche no pude dormir. A las cuatro de la mañana mi marido me trajo una tila y un mentolín de nicotina.

-¿Mentolín de nicotina? ¿Te los inyecta para ti solita? Pues el tráfico de nicotina va a acabar más perseguido que las maquetas de sonido y video del top manta. ¡No te digo nada, tu marido sabrá!

-No seas burro. He leído sobre esto y hay varios medicamentos que ayudan y mucho. Por ejemplo, el zintabac, un antidepresivo buenísimo y carísimo.

-Pues mi cuñada lo utilizó el año pasado y como te moviliza la noradrenalina y la dopamina, mi hermano se tuvo que volver a casa de mis padres porque ella se lo quería tirar cada 6 horas, coincidiendo con la toma de la pastilla.

-Por lo visto, te pone como una moto. La asistenta ucraniana que viene a casa ahora trabaja hasta por las noches limpiando un starbucks de esos, porque no puede dormir.

-Pues que folle más.

-Es que es mormona.

-¿Y? Si son polígamos. Mejor incluso.

-Mormona y lesbiana. Y en el libro de religión de su credo no tienen resuelto lo de la poligamia femenina. Un lío, vamos. Que prefiere limpiar en el café. Eso sí, cada vez que le toca vaciar los ceniceros se pone de los nervios y se tiene que tomar otra pastilla. Claro que a 75 € la caja del medicamento, ya ha dicho que o le pagan a 8 euros la hora limpiando, o vuelve al Ducados rubio como Chousas.

-Yo creo que es sólo cuestión de mentalizarse. Por ejemplo, mi mujer se levanta antes, hace su tabla de gimnasia sueca, desayuna, se ducha, se toma la pastilla y a trabajar.

-¿Y le va bien?

-Bueno, cuando vuelve del trabajo le preparo un piscolabis a eso de las ocho y media y a dormir. Pero bien. Por lo menos ha dejado de roncar y de toser.

-Tal y como lo cuentas, es una maravilla lo que hace ese medicamento.

-Bueno, no tanto. Por la mañana hace ejercicios pulmonares para facilitar la activación del medicamento, creo. Y le ha dado por tocar el lily, rosemary and the jack of hearth de Dylan… con una Harmónica Höhner que se ha comprado para Navidad.

-¡Qué romántico!

-¡Qué coñazo, la verdad! Porque lo interpreta, mal y a las seis y media de la mañana. Que yo no me duermo luego.

-Pues yo, como vea que alguien fuma en horas de trabajo, ya sea en el servicio, debajo de una mesa o en la cámara de refrigeración del comedor de empresa, denuncio a la compañía.

-¡Cómo vas a hacer eso! Aquí, como saques los pies del tiesto, te empura el cabrón de personal rápido.

-Pues mira, si me EMPURA, por lo menos fumaré, ¿Sabes? Además, que la denuncia es anónima. No soy mema.

-¿Qué es eso de fumar debajo de la mesa o en la cámara?

-Pues que han encontrado a un chaval ecuatoriano, de los de la contrata del comedor, fumando en la cámara industrial, esa grande en la que guardan la carne.

-¿Y cómo ha sido eso?

-Pues que entró el Damiánov, el cocinero polaco, el alto del bigote, a por falda para el ragut de ternera y se llevó un susto de muerte. Porque de los belfos de la vaca que tenía a medio despiezar salía tal cantidad de humo, que parecía que estaba viva. Y como es tan supersticioso. Porque ¿has visto las pulseras y los escapularios que lleva?

-Yo me he mentalizado. He leído que la sensación de extrema necesidad de echar un cigarrito sólo dura un instante. Y luego tienes grandes ventajas dejándolo.

-Ya. Pues será para ti. Porque yo, por ejemplo, que he decidido relajarme, me voy a desollar el pito de masturbarme.

-¡Pero qué bruto eres Juan! Usa alguna técnica de relajación.

-No, si la uso, para no irme demasiado rápido y disfrutar de la mano. Pero es peor. Porque así me la desuello, fijo, antes de que terminen las rebajas de enero.

-Eres un poco exagerado. La sensación de fumar dura menos que, por ejemplo, la de orinarte en un ascensor. Que parece que no llegas nunca.

-No compares, no compares. Porque una es de aquí [señalándose la mollera] y la otra de aquí[agarrándose los …] No me puedo ni agarrar de lo escocido que ando. Y sólo llevo dos semanas sin fumar. De esta me van a tener que cambiar de sexo.

-Pues yo me he comprado una hucha transparente. Y tengo ya 1.200 euros.

-Y tú, ¿cuando lo has dejado?.

-El 31, después de las uvas no he vuelto a dar ni una calada.

-¿Tanto te gastabas en tabaco?

-¡Qué va! Un paquete de 1,25€ cada dos o tres días. Lo que pasa es que para animarme he metido el dinero de la nómina de enero en la hucha. Porque de euro en euro no le veía yo mucha animación ni motivación, claro.

-Y este mes, ¿De qué vas a vivir?

-De las sobras de Navidad.

-¿Y en febrero?

-¡No me agobies, hija! En febrero romperé la hucha y me compraré comida, un cartón de tabaco barato o lo que me de la gana.

-¿Vosotros sabéis que ese medicamento actúa sobre los centros del placer? Yo lo veo muy peligroso. Porque, además es un antidepresivo.

-Si. Y además en el prospecto aparece que está contraindicado en la hipertensión y en la depresión.

-¡Joder! Un antidepresivo que no funciona como tal y nos lo endilgan a los fumadores. Serán cabrones.

-Como el Listerine ese. Que era un crecepelo malo y lo transformaron y ahora es un enjuague bucal. Que cada vez que lo uso, me acuerdo de la cantidad de caspa que tenía mi primer marido, y me dan unas arcadas…

-O el Proscar, el finasteride ese que sirve más como crecepelo que para evitar el crecimiento de la próstata. Mi primo Lucas, el que se volvió a Bailén cuando lo prejubilaron, lo ha usado y ahora dobla al Fortu, el cantante de Obús y a otros grupos heavies, en los vídeos. Es que tiene la melena de uno de los Kiss de aquel entonces, claro. Y como todos los heavies se han quedado calvos ya.

-O la Viagra, que no te protege del infarto pero te la pone como el tronco del Olentzero.

-¿Y eso no es lo que llaman serendipity?

-Eso es suerte, ni serendi lo que sea ni nada. Suerte.

-Lo que yo quería decir…

-Si os cuento lo que me ha pasado esta mañana.

-¿Qué ha sido?

-Que he ido a entrar en el bar de Emilio, al lado de casa, a desayunar con mi hijo, y no nos ha dejado entrar.

-¿Cómo ha sido eso?

-Pues que me ha dicho: Señora, que esto es un lugar libre de humos. Señora. Si hasta me acosté con él hace unos años. Y ahora, señora. Será zoquete.

-Pero, no lo entiendo. Si ibas con tu hijo…

-Es que el niño, aunque tiene sólo 13 años, fuma. Y llevaba encendido un mini farias.

-Siendo así, es normal que no os deje entrar.

-Pero si me conoce desde que éramos pequeños. Como cambia la gente ¡Qué asco, de verdad!

-Lo que no entiendo es a qué viene tanto revuelo. Porque al final, los bares se han puesto de acuerdo y dejan fumar casi todos. Las tabaqueras han lanzado tabaco a menos de 1,50€ y si no te gustan los mensajes de advertencia, te compras una cajetilla condón de esas adornadas con motivos festivos, por un euro.

-A mi lo que me mosquea es que el Pablo Isla ese, el presidente de Altadis, la antigua Tabacalera, se haya marchado a Inditex, con los de Zara. Ese ya se vio venir esto. O no tiene futuro lo del tabaco o no se.

-Es que no era fumador. Y en Altadis eso está muy mal visto.

-Una amiga mía me ha dicho que lo del tabaco es una bribonada del PSOE. Que hasta le incluyen una salsa de chocolate y de coñac al tabaco rubio, para que sepa mejor y te enganche más. Es que su marido trabajaba en la fábrica de Sevilla, hasta que la cerraron, y por eso lo sabía.

-¿Salsa? ¿De qué la salsa?

-De sabores, para distinguirlos más. Tú no ves que el tabaco, de verdad, no es de color rubio. Que lo hacen rubio. Y no huele así, como a dulce y eso. Huele más como el tabaco negro, maloliente. Como un puro habano de esos.

-¿Y eso, lo de la salsa, está permitido?

-Claro. Igual que el alcohol destilado en menos tiempo del que afirman en la etiqueta y otras drogas legales y no legales. Les interesa. Para controlarnos. Para que no pensemos en lo que no debemos, para…

-Venga, déjalo ya. ¿Cuantas pastillas te has tomado?

-Ninguna desde ayer. Ya no me hacen falta.

-Pues te han curado la dependencia pero te han provocado una paranoia aguda.

-¿Bueno, bajamos ya a desayunar y a echar un cigarro?

-¡Iros a la mierda!¡A la mierda! Yo me voy a comer dos nicotinell de 2 mgs y un suizo en la mesa del despacho. Y luego me voy a relajar en el servicio…¡COMO A MI ME DE LA GANA!

3 de enero de 2006

La muerte de Charo y el dios espagueti



Una periodista cantante menciona en su columna que le gustaría saber cuántas personas asistieron a la exhumación de los restos de la vagabunda asesinada por tres fascistas en Barcelona hace apenas unos días.

Y en los comentarios la tachan de feminista y algunas sandeces por el estilo.

Al leer su columna recuerdo que dispongo de unas notas sobre el suceso porque me llamaron la atención dos noticias publicadas sobre el mismo.

En una de ellas, el defensor de los asesinos -entre ellos un menor-, empleando la estrategia del ataque como mejor defensa, amenazaba con acusar al ayuntamiento de Barna por dejar una garrafa de disolvente abandonada en la calle –dentro de una obra, en realidad- y a disposición de cualquiera. De los tres lobeznos, claro, que la confundieron con agua y decidieron regar a la mujer sin techo y prenderla como una tea, tras haberla golpeado.

También aducía la normalidad de los muchachos y el hecho de que es seguro que nunca volverán a delinquir para protestar por la negativa del juez a concederles la libertad provisional. Igualmente los efectos negativos que sobre los muchachos entrañaría el ingreso en prisión y los problemas que podría acarrear en sus estudios.

Porque, según los defensores son dos jóvenes normales con una vida normal[los dos mayores de edad].

La mujer se llamó María del Rosario Endrinal. Murió abrasada a la edad de 51 años. Su pensión alcanzaba los 480 euros que a veces le eran sustraídos por otros mendigos. Según quienes la conocían fue secretaria de lujo [sic, el pais del 23 de diciembre], tuvo una hija y vivió una temporada en Francia, pero la vida y las drogas la fueron puliendo como persona. Víctima de diversas palizas en los últimos años, su cuerpo se fue llenando de cicatrices.

Los chicos normales la incendiaron como a una tea, aunque lo niegue su abogado. Para eso le pagan, supongo. Aunque parece que es fácil matar. Sobre todo para un hombre, porque los porcentajes relativos de violencia masculina y femenina siguen muy similares a los de los años 60, al menos en nuestro país.

¿Qué es lo que siente un ser humano cuando se entera de que un vehículo en el que viajaban 5 abogados se ha precipitado por un barranco y como resultado del siniestro van a quedar atrapados sin posibilidad de actuar durante un largo período de tiempo?
Pues siente un gran alivio, claro.

Ya sabemos que el grupo tiene la capacidad de diluir la responsabilidad individual. Que es mejor, por ejemplo, que te juzgue un juez en California, normalmente, que no un tribunal popular o una tríada de magistrados. Porque es más probable que te envíe a freírte un grupo que no un individuo.

Si para los abogados habría que buscar al culpable en el tramo que va de la garrafa de disolvente y el espacio que ocupaba Charo en el cajero, para otros hay que buscarlo en el gobierno, claro y en la educación pública actual y la falta de valores cristianos, como consecuencia de la reforma de la educación.

Para el sujeto del vínculo la responsabilidad es de... Mejor echarle un vistazo. Sus argumentos son tan objetivos como la demostración de la relación entre la desaparición de los piratas y el calentamiento de la tierra que el irónico creador de la iglesia del monstruo macarrón utiliza para desenmascarar a los creacionistas del demonio. Y mi culo un futbolín y el del abogado una mesa de billar de snooker, que tiene más agujeros.
Pero el padre de una de las criaturas sabe como es el muchacho.

Mira que es difícil dar con conductas violentas protagonizadas por mujeres. Por ejemplo, solo dos terroristas palestinas en un conflicto que dura cinco décadas, oficialmente, y varios siglos en realidad.

Algunas personas lo achacan a su educación. Como si no fueran al colegio público o al instituto también, como si no hubieran visto las mismas películas que los hombres, como si no renunciaran a ser engañadas por el creacionismo inteligente y el docto B. XVI.

Otras mencionan a las hormonas como atenuante de la menor agresividad que, en general, manifiestan. Yo tengo la hipótesis de que a ellas lo que de verdad les inhibe es que están más pendientes de preservar la vida propia y la de quienes les rodean que de ser aceptadas por el grupo de violentos del lugar.

Algunos legisladores y jueces están pensando en dar respuesta a la demanda social de mano dura hacia este tipo de conductas protagonizadas por menores.
Incluso hablan de retenerlos durante tres años en centros especiales. Sobre todo se preguntan qué hacer con los delincuentes menores de 16 años.

1 de enero de 2006

Pablo: Cuidado con los ojitos.


-Voy un momento al servicio. Disculpa.
Me aventuro por el comedor en el que los camareros de este restaurante terminan de adornar las mesas, con el cansino arrastrar de zapatos que aqueja a quienes trabajan de pie.

El servicio se despierta al entrar, como si alguien hubiera puesto en marcha el mecanismo de una noria de feria, luz, ventilación, desinfectante de urinario, música ambiental. Un lugar en el que residir por una temporada corta.

Entro al salón del trono y ocurren varios fenómenos extraordinarios: la puerta se cierra automáticamente, la tapadera de la taza del retrete gira sobre sí misma, como medida de higiene, la música se acelera –quizás tenga efectos sobre las deposiciones y evite que sean tardías- y uno de los azulejos se retira dejando al descubierto un pequeño aguamanil y una jofaina –detalle para los clientes musulmanes-.

Me bajo los pantalones y vuelvo la cabeza para observar mi trasero en los azulejos metalizados de una de las cenefas. Apenas veo una pera deformada, la de mi culo, sobre el que emerge la cicatriz de la operación como el garabato de un crío a la sanguina.

Al pasar la mano sobre ella, la señal de mi pompis, noto un par de puntos fuera de lugar, como grapas desprendidas de una resma de papel. Tiro de uno de los puntos con determinación, como si el trasero no fuera el mío, pero duele, así que me agacho para buscar un cortaplumas en los bolsillos de mi pantalón.

-¡Ay!

Me clavo el portarrollos en el mismo ojete. Es un cilindro con terminación fálica, un champiñón cromado alrededor del cual gira en libertad un rollo de papel higiénico.

Como he estado en un tris de perder mi virginidad a culo pajarero, reanudo la búsqueda con ardid antiguo. Me agacho girando las rodillas hacia un lado, sin perder de vista el instrumento sodomizador, como tantas veces he visto hacer a mi madre y a otras mujeres que no usan pantalones.

Me refiero al modo de agacharse con falda, no a las mañas para evitar la penetración, porque esas, sinceramente, las desconozco. Encuentro lo que buscaba, desplegando el pequeño alicante con el que recorto los puntos que se habían desprendido. Me subo los pantalones, tiro de la cadena, sin saber porqué y salgo del cuarto. Al llegar a la mesa, María me sonríe mientras mastica parte de la punta de solomillo con cebolla caramelizada que ha pedido.

Al sentarme doy un respingo. He recortado mal los puntos o se han salido todos. Se me clavan como espigas de cañaveral en las piernas. Pero en el …

-¿Nos vamos? Me sugiere, con el último bocado entre los dedos.

-Es que tengo algo de prisa.

-Claro, le digo, sonriendo, mientras saco del bolsillo el fajo de dinero y aprovecho para desplazar mi peso de un cachete a otro, buscando paliar el dolor. Inútilmente. Desde la mesa contigua a la nuestra una señora me observa con una mezcla de recelo y repugnancia. Debe pensar que estoy jugando con un palomino que se me ha escapado. Mejor evito las explicaciones y soporto la detracción que tan bien expresa con su mirada de Serrano.

-¡Camarero, por favor! Mientras dibujo el gesto de escribir en el aire.

-Son 74 con 20, señor.

No sé qué hemos comido, pero creo que se han equivocado. Miro por encima la nota.
  • Dos cerv espec, 9 euros;
  • un solom caramel, 9 euros,
  • servicio mesa, 22 euros,
  • imp. no incl…
Qué mala costumbre es no mirar la lista de precios en la puerta, como hacen muchos extranjeros.

Al desplegar el fajo de billetes sólo encuentro papeles de color salmón. El primero es uno de 50€. Los demás, recortes de prensa económica.

-María, ¿Tienes dinero?

-¿Cuánto necesitas? Con una sonrisa que restaña el dolor provocado por el engaño que acabo de descubrir, sumado a los puntos-ortiga.

-Veinticinco euros.

-Alcánzame el bolso, está en el respaldo de tu silla.

Pagamos y salimos del local; yo con la esperanza de no volver y ella con la sonrisa satisfecha de la necesidad aplacada y un mondadientes en la comisura.

En la misma puerta, un american stanford se lanza contra mi y me muerde las gónadas, mientras me arrastra hacia la puerta trasera de una furgoneta de color negro, aparcada delante del local que acabamos de abandonar.

Dos hombres sujetan a María de los brazos y la obligan a subir por la puerta del acompañante. El perro da un salto y yo le emulo para no perder los testículos en la pugna, golpeándome con el techo de la furgoneta y cayendo dentro de ella, en la zona de carga. El can suelta mis pelotas y alguien le palmea el lomo mientras le grita:

-Bien hecho, Bollocks, buen perrito.

Así que el perro se llama cojones. Desde mi posición veo algunos pares de pies cerca de mi cara y la quijada de Bollocks junto a mi carrillo derecho. Sus babas me chorrean desde el ojo, que me veo obligado a cerrar, hasta la mejilla. Su aliento apesta a queso roquefort y ajo. ¿De qué se alimentará?

-¡Levanta Pablo, joder! Quien habla es el peruano.

-Si no sujetas a la bestia no me muevo de aquí.

-No te asustes Pablo. Es que es imposible aparcar aquí, por la zona azul y el carril bus, la multa puede llegar a los 4.500 euros. Así que hemos preferido emplear el método Bollocks. Podemos salir de esta zona de riesgo en estampida y practicamos el secuestro de mi papá.

Me ayudan a levantarme y a sentarme.

-Estoy desolado Pablo. Esas tías me la han jugado.

-¿De qué estás hablando?

-Que hemos hecho la prueba del alveolo de nitroglicerina y esos espermatozoides son de algún maula occidental, porque ni rastro de un espermatozoide tipo AB. Todos se han pegado al interior del paraguas. Es increíble lo que me han hecho esas desgraciadas.

-No entiendo nada.

-Juárez, un amigo de tu cuñado, ha hecho la prueba ahora mismo. Ha colocado encima del semen un paragüitas de los que se usan en coctelería, ha explosionado la nitro con una mecha de petardo valenciano y la respuesta de los cabeza-cola ha sido lamentable, la que tendría un miserable agricultor. Todos pegados en el mismo sitio.

-Si los habéis reventado, ¿qué más da cómo reaccionen?

-¿Eres memo? Si papá es japo y grupo sanguíneo AB, como sé por parte de mamá, sus bichitos, ante la nitro se habrían apostado en las varillas de la sombrilla. Eso dice la instrucción de la prueba. Los tipo 0 se expondrán frente a la agresión, como un cazador antiguo; los tipo A se arremolinan sin separarse, como malditos granjeros; los AB, se esparcen para sobrevivir, como los nómadas-recolectores. Y estos… Estos se han quedado dispuestos a plantar nabos en el fondo de la sombrilla. Además, que muchos de ellos se han puesto a llorar. Tienen menos movilidad que los supervivientes de una fiesta de absenta.

-Pero, ¿Cómo sabéis todo eso?

-El Juárez, que ha estudiado biología durante el bachillerato. Está puesto en estos temas. Además, que lo han publicado en una revista de divulgación. Pero mira tú por el microscopio y así te convences.

Miré y lo que vi no me gustó, tratándose de mi propio material genético. Pegotes de esa sustancia languidecían entre los restos chamuscados de la sombrilla de papel rojo, como gelatina derretida.

Se me ocurrió preguntarle cómo se conducirían los espermatozoides de un marinero, porque mi padre lo era. Pero me contuve. Me habrían descubierto al final.

-Bueno, cambiando de tema. Me tienes que pagar el smoking y devolverme el dinero.

-Sólo me has dado 50 euros. El resto eran recortes de prensa.

-Pues eso. Me devuelves 750 y estamos en paz. Y el smoking, ya te lo estás quitando, que he de entregárselo al colega que me lo ha prestado antes de las 5 de esta tarde.

Me quité el smoking y se lo entregué.

-¿Tienes algo que me pueda poner?

-Venga sal del carro ya, Pablo. Si te hemos traído hasta la puerta de tu casa. Ya tendrás noticias.

Me bajé de la furgoneta cuando el chucho, soltando un ¡grrrrr! decidió ordenármelo.

Salí corriendo hasta el portal y llamé al timbre.

-¿Quién es?

-Soy yo, abuela. ¿Me abres?

-Claro. Pero, ¿Por qué no compras el pan primero, antes de que se termine?

-Luego, abuela, luego.

Se abrió la puerta. La vecina del tercero A, doña Ventura, me observó de arriba abajo, antes de espetarme:

-Por esto es por lo que no quería que mi Pablo se arrejuntara contigo. ¡Por esto!

Seguí su dedo y me di cuenta. Los calzoncillos no los llevaba puestos. Con los nervios que me provocaba la presencia del perro americano, se los había entregado al peruano, junto con el esmoquin. Subí los escalones tan deprisa como pude, procurando no cruzarme con nadie. Pero fue inútil. La escalera estaba más transitada que nunca.

-Los del tercero B están haciendo mudanza. Así que no tendremos libre el ascensor hasta las 7 de la tarde, me dijo doña Elvira, la del segundo, con una amplia sonrisa.

-¡Será mamonazo! Añadió el portero, mientras recogía virutas y trocitos de embalaje en el rellano del tercero.

-¿Quieres pasar?
-Ahora, no, gracias, le dije a Pablo, el del tercero A. Por eso yo no quería juntarme con él. Pero nunca se lo confesé a su madre, que además piensa que yo soy lo que es su hijo.

Cuarta planta. Salvado. Otra vez desnudo delante de mi abuela. Ni Edipo insistiría tanto.

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