24 de agosto de 2007

Identity. Mírame a los ojos

Reconocer las emociones de los demás en su rostro, exclusivamente. Menudo reto.
Aunque hay personas que descubren la verdad en dos segundos, si hacemos caso de los escritores de éxito sobre inteligencia, ya sea emocional, intuitiva o práctica.

Algunas personas y estudiosos intentan ayudarnos en el difícil arte de identificar las microexpresiones.
Porque muchas veces es difícil saber qué está sintiendo alguien. Aunque claro, sentimiento y emoción no son lo mismo. La emoción precede al sentimiento. Es más rápida, porque utiliza las vías del sistema límbico para ayudarnos, en caso de necesidad, a sobrevivir. Descubrir la emoción expresada por un rostro es, no obstante, muy desconcertante a veces.

Y no me refiero a la posibilidad de saber qué están pensando los japoneses durante la reunión de negociación. Eso, se me antoja muy difícil. Algunos orientales, si no todos, son, en este sentido, opacos para nosotros. Bueno, para mí.

Sino a las más convencionales, las diarias: frente al empleado de banca cuando le pedimos que no nos extruje más, la chica de la perfumería, que nos confunde con esa mezcla de interés y deseo que transmite mientras trata de colocarnos un perfume de 85 € los 50 mls. o ante la imagen de un periódico, que es el caso de la foto.

Abundando en este tema, incluso en los concursos de televisión del verano, donde hemos de averiguar qué profesión o hobby tiene cada persona, que es el objetivo de este concurso o si nos están mintiendo, que es el de este otro, exclusivamente. Yo, por ejemplo, en ninguno de esos programas me siento como pez en el agua.

En el caso del que se llama Identity, he llegado a creer que el butanero puede ser la señorita del vestido naranja y que el sujeto de barba y mostacho fue el que obtuvo el privilegio de trabajar como azafata de George Cloney. Es lo que veo en sus caras. Como el niño autista de la novela de Mark Haddon. Los autistas tienen esa gran dificultad. Debo ser algo autista. O alexitímico, que por el palabro, debe ser malísimo.

Las expresiones ayudan a los expertos a descubrir qué demonios está sucediendo por debajo del umbral de percepción habitual.

Tal es el caso de John Gottman, quien ha sido capaz, desde los años 80, de colocar a 30.000 parejas delante de una cámara de vídeo, conectados a diversos aparatos, incluyendo los electrodos -en su laboratorio deben ser muy persuasivos- para analizar las emociones y que es capaz de identificar cómo van las cosas entre dos personas con tan sólo unos minutos de análisis de las expresiones.

Algunos laboratorios aplican estos conocimientos a la creación de máquinas que reconozcan las emociones humanas. Como las expresiones surgen como resultado de los movimientos de apenas un grupo de músculos faciales. Pero las variaciones sin repetición de 42 músculos tomados de N en N, deben ser un montón.



Salovey, Mayer y Caruso, en su desarrollo de una teoría de la inteligencia emocional consistente, entienden que la inteligencia emocional parte de la habilidad para reconocer y expresar las emociones. Así que reconocer la expresión facial y la postural en los otros, saber lo que significa, para poder actuar después de manera inteligente es importante.

En una universidad portuguesa han lanzado hace tiempo un programa para identificar emociones básicas. Lo llaman un mes una emoción.

Les voy a enviar la foto de Gallardón. Porque ese hombre, me da a mi, que está muerto de risa dentro de la Iglesia. ¿Que no? Vuelve a mirar la foto del alcalde. Del perro mecánico ya ni hablo.

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9 de agosto de 2007

¿Nuevas bolsas de pobreza? Pobres ricos


Uno de los sufridos geeks de Palo Alto, Silicon Valley o de algún otro lugar de la costa oeste, entrevistado en The New York Times, declara que se ocupa de sacar adelante el trabajo durante 80 horas semanales. Desde luego que es una crueldad. ¡Como se entere el sindicato!

Si bien es cierto que su patrimonio alcanza los 10 millones de dólares, considera que no es suficiente como para relajarse. Por encima de esas magnitudes se le sitúa el 1% de la población de USA, pero él piensa que es una cantidad humilde y que los tiempos no están como para lanzar cohetes, máxime al compararse con otros de los ricachos de verdad, que le superan en mucho. Formar parte del 2% más rico de la nación no es como para alegrarse. La cosa está achuchada.

Pero, no obstante, 10 millones de pavos es el equivalente a un buen puñado de salarios.

Podrías, por ejemplo, fijarte unos ingresos mensuales de 5.000 pavos, que son 60.000 al año, y vivir durante unas cuantas décadas invirtiendo el tiempo en lo que te guste. Por unos 2.000 anuales gozarías del mejor asesor fiscal posible.

Si te gustan las complicaciones, puedes fijar tus ingresos en 10.000 pavos mensuales.

Claro que tus fondos se acabarían antes. Dentro de ochenta y tantos años. ¡Qué incertidumbre!

Bueno, algunos han de vivir con menos. En las fotos aparecen dos personas del área de marketing, cuya riqueza apenas supera, en uno de los casos los 1,5 millones de dólares y en el otro los 3,5. En la foto, uno de estos pobres profesionales. ¿Adivinas si se trata del más pobre de
los dos ricos?


En un callcentre tendrías que cobrar 100 años por adelantado, en el primer caso; unos 230 años en el segundo, para disponer de un patrimonio equivalente.

Como ya sabemos que la felicidad va por barrios, estos jóvenes millonarios deben estar muy tristes porque su tren de vida no alcanza al de los archimillonarios.

Aunque podrían considerar que el precio de una birra es el mismo para todos, igual que sucede con el precio de un patinete o de un traje de lana de estambre.

Una de las personas consultadas en el reportaje dice que "aquí cada uno mira a los que están por encima de él". Aunque si se trata de gays pasivos, igual miran al que tienen detrás. Por añadir otro punto de vista.

Lo que me trae a la cabeza la noticia - rumor de que un coreano falleció, hace ya algún tiempo, al estamparse contra un árbol mientras caminaba hablando por el móvil. Lo cito, porque hay realidades que no comprendo. El cerebro no me da "pa tanto".

La necesidad de vivir en la incertidumbre tiene que depender de alguno de esos genes que descubren de vez en cuando los científicos. Aunque estoy casi seguro que se trata de un gen prácticamente idéntico al de la estulticia. Voy a consultarle a mis mayores, los que sobreviven con 900 pavos al mes, a ver si me orientan.

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